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De Iglesias a George Harrison: la banda sonora de Pinochet

De Iglesias a George Harrison: la banda sonora de Pinochet
12 de septiembre de 2013 - 00:00

Alfons Luna

Las canciones de Julio Iglesias, George Harrison o Nino Bravo a todo volumen servían de fondo a las torturas en la dictadura de Augusto Pinochet, pero también de alivio a los prisioneros.

My Sweet Lord(Harrison), Un millón de amigos (Roberto Carlos), Venceremos, Libre(Nino Bravo) o varias canciones de Julio Iglesias sirvieron para ahogar los gritos de las torturas o directamente para molestar a los presos, explicó la profesora de la Universidad de Manchester (norte de Inglaterra), Katia Chornik.

“Son canciones que me han mencionado los presos que he entrevistado  y que han aparecido más de una vez. Pero hay que pensar que el número de gente que estuvo preso bordea los 40.000. Hubo más de mil recintos y yo me concentro en nueve”, dijo la investigadora.

Chornik estudia el papel de la música en los centros de detención, cárceles y campos de concentración de la dictadura de Pinochet (1973-1990), de cuyo golpe de Estado ayer se cumplieron 40 años.

“Empecé a investigar hace una década la música en los campos nazis y me di cuenta de que había una situación que me tocaba más cerca -mis padres estuvieron presos-, que era la de los campos chilenos”, narró.

La tortura sin contacto usa música y sonidos para saturar sentidos y crear desintegración psicológica“En algunos recintos la música seguía a todo volumen cuando los agentes habían cumplido su horario”, explicó. Por ejemplo, “había un centro de tortura en la calle Irán en Santiago de Chile que los agentes llamaban la Discotheque: el objetivo era acallar los gritos de los presos”.

En “la llamada tortura sin contacto -desarrollada por Estados Unidos desde los años 50-, que todavía se usa en el contexto de la guerra del terror, se usan música y sonidos para saturar los sentidos y provocar desintegración psicológica”, dijo.

Carlos Reyes, fotógrafo chileno exiliado en Londres, pasó 2 años en cárceles en Chile, y explicó que  “muchas veces cuando había sesiones de tortura ponían música muy fuerte”.

“Lo que había en la radio. Cualquier música que estaba de moda. En los campos de concentración nos ponían música militar para marchar, para cantar, te obligaban a cantar”, narró Reyes. “La música era parte de las 24 horas del día”.

Al mismo tiempo, la música también consolaba a los detenidos. “Se cantaba mucha música latinoamericana, pero elegían con cuidado los temas”, evitando los de tinte político que podrían traerles problemas, dijo Chornik.

Algunos músicos siguieron su actividad en los campos, como Ángel Parra,  hijo de Violeta Parra, que creó La pasión según San Juan, Oratorio de Navidad en el de Chacabuco.

“La música fue una parte importante en aquel período. Nos ayudaba mucho a celebrar cosas. Yo cantaba, no era parte del coro, pero cantaba, todo el mundo lo hacía, nos hacía mucho bien”, recordó Cristina Navarrete, médica chilena que se exilió a Londres, donde todavía vive, y que estuvo internada en el campo de concentración Tres Álamos, en Santiago, donde se formó un coro.

DATOS

El nombre de la investigación que realiza Katia Chornik es ”Sonidos de la Memoria: Captura política y musical en el Chile de Pinochet (1973-1990)”.

Chornik, profesora de la Universidad de Manchester, ha estudiado el uso de la música en los campos nazis y volcó la mirada a Chile porque sus padres fueron presos políticos en la dictadura de Pinochet.

La música y los sonidos como herramientas de saturación sensorial fueron desarrollados por Estados Unidos en la década del 50 y se usan hasta hoy en la tortura sin contacto.

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