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La forma del agua: la belleza de lo monstruoso

A pesar de que hay guiños a la idea del romance entre los personajes principales este no es un filme de amor. Es político en su esencia.
A pesar de que hay guiños a la idea del romance entre los personajes principales este no es un filme de amor. Es político en su esencia.
Foto: chilango.com
11 de febrero de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

La forma del agua, el último filme de Guillermo del Toro, no conecta con el género de terror, a pesar de que hay un monstruo que lleva adelante la historia. Tampoco es una película romántica, a pesar de que los personajes se enamoran y conviven de la manera menos sospechada.

La forma del agua tal vez sí pueda definirse como una fábula. Una fábula en la cual los seres extraños que establecen una conexión en la trama tienen un fin trágico. Tal como ocurre siempre con los buenos en la vida real, pero en la ficción se encuentran con que el planeta no es plano y la superficie se desdobla con el océano, donde es posible una nueva vida.

La película del cineasta mexicano tiene como protagonista a Sally Hawkins, quien interpreta a Elisa Esposito, la empleada muda encargada de la limpieza en un laboratorio gubernamental. Esposito vive sola en un pequeño departamento que está sobre una sala de cine.

Su vecino es Giles (Richard Jenkins), un dibujante homosexual en edad adulta que trabaja en publicidad y que intenta mejorar en su trabajo con la fuerza de quien compite con una nueva forma de narrar la realidad de mejor manera: la fotografía.

En la fábrica, Elisa tiene una aliada, Zelda (Octavia Spencer), una mujer negra que también hace la limpieza. A pesar de que esta intenta que su comportamiento no afecte el trabajo que realiza Elisa en la empresa, ella se las arregla para entrar a hurtadillas a la habitación de experimentos, donde los científicos tienen a una versión del Monstruo de la Laguna Negra, un ser descubierto en el Amazonas.

El ser extraño, de cuerpo fornido como el de un humano, con orejas y escamas, vive en una especie de laguna, observado. Elisa le lleva huevos para comer y le pone música brasileña, mientras se supone que debe estar limpiando.

La obra transcurre en el periodo de la Guerra Fría, cuando los estadounidenses buscan razones para vencer científicamente a sus oponentes de la Unión Soviética.

El ser extraño es una rata más de laboratorio y Elisa quiere salvarlo de los maltratos de quien tiene al mando el laboratorio. Elisa quiere llevarlo consigo porque a pesar de que ninguno de los dos puede comunicarse a partir del habla han aprendido a entenderse, a mirarse.  

La forma del agua está hecha con colores vívidos y sombras profundas; es tan llamativa como musical (y por breves momentos también se convierte en uno), brillante como una caricatura y turbia como una película de cine negro”, dijo sobre el filme el crítico O. Scott, en el New York Times.  

Para Scott el argumento de la trama se mueve con velocidad, a pesar de tratar el conflicto entre los espías rusos. Además, Del Toro plantea temáticas como la ecología por sobre la innovación tecnológica, pues Elisa decide rescatar a la criatura en su casa porque a la ciencia no le importa terminar con ella en el laboratorio, a pesar de ser única en su especie.

El filme consiguió trece nominaciones al Oscar, la mayor cantidad en la competencia de este año. También ganó premios que generan aún más expectativas sobre sus posibilidades de ganar, como la premiación de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas: el Sindicato de Directores estadounidense le dio a Guillermo del Toro el galardón. Lo mismo hizo el Sindicato de Productores con la película.

Del Toro ha sido acusado de plagio por algunos guiños de filme con otros. Pero su trabajo siempre hace guiños con las cinematografías que admira, así como con la idea de la monstruosidad que planteó Goya. En los créditos el autor agradece a cineastas como Cuarón, Iñárritu, Cameron y los Hermanos Cohen.

El monstruo que construye Del Toro está del lado de los buenos, de la fábula, de los que construyen un nuevo final para la humanidad. (I)

Apoyo
Guillermo del Toro
Comenzó a filmar en México desde adolescente, cuando estaba en el Instituto de Ciencias, en la ciudad de Guadalajara. Pasó diez años en diseño de maquillaje y formó su propia compañía. En el filme es director, productor y guionista.       

13 nominaciones al Óscar tiene el filme de Guillermo del Toro, la mayor cantidad en la competencia.   

Conexión humana
Para Michael Shamberg lo que hizo Del Toro con su película nominada al Óscar “fue decir algo muy emotivo sobre las conexiones humanas y el amor con el vocabulario del cine de género”. (I)   

El monstruo que construye Del Toro volvió a ser interpretado por el actor Doug Jones, el mismo que utilizó en su película El laberinto del fauno. Foto: e-veracruz.mx

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