Ecuador, 19 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Sábado de Feria informal en el Centro Histórico de Quito

Ya viene la camioneta, grita la mujer que vende correas antes de huir. Tras ella van otros vendedores informales que llevan camisas y corbatas. En la esquina aparecen seis policías metropolitanos que aterrorizan a los rezagados. Un cochero que vende frutas no puede darse a la fuga. Queda atrapado al filo de la calle.

Una camioneta se asoma. Saltan de ahí unos cinco metropolitanos más. Empujan al vendedor y tratan de subir su coche al balde del carro. Él se lanza sobre el coche y lo retiene con su peso. Las frutas se desparraman. Los transeúntes se indignan. Los “informales” han encargado las mercaderías en zaguanes y locales comerciales para volver y resistirse.

Saco el celular para capturar la batalla que presiento. Un metropolitano me dice que no grabe. Presiono REC. Ahora ellos parecen asustados y empiezan a marcharse. No se han llevado el coche, solo han amenazado a la gente de los negocios: han cumplido las órdenes.

Antes de irse lanzan un par de insultos y un hombre los encara. Un policía le suelta electricidad y lo retira del camino. El señor se molesta y saca el celular: intenta grabar el rostro de quien lo agredió. Este corre a la camioneta. Se encierra. El resto de metropolitanos intercambia botellazos, agravios y palos con los transeúntes. Dan y reciben. Un señor gordito, de brazos cortos y una visera que le cubre la mitad del rostro, estrella una silla de madera contra el carro. Segundos de silencio. El punto de quiebre. El vidrio partido en mil.

Quien lo hizo se pierde corriendo entre gritos. Los policías tratan de buscar al culpable en medio del gentío. Un tipo mira la escena desde la vereda de enfrente con los brazos cruzados. Los policías lo miran y él a ellos: sus pupilas se cruzan como una ráfaga. ¡Fue ese!, dicen. El aludido y la gente lo niegan. Él quiere explicar que solo estaba ahí de curioso. Ya es tarde. Lo suben a la camioneta y se lo llevan irrespetando las señales de tránsito. Como si el atrapado fuera un asesino. Como si nunca fueran a regresar a las calles del comercio informal. (I)

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