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El Telégrafo
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Las pericias que se viven en el transporte urbano de la capital

Las pericias que se viven en el transporte urbano de la capital
Foto: John Guevara / El Telégrafo
20 de octubre de 2018 - 00:00 - Verónica Naranjo Hidalgo

“La salida es por atrás”, o “en el medio tiene espacio” son frases comunes y repetitivas que a diario escuchamos quienes usamos el servicio de transporte público en Quito. Y es que a horas pico, mañana o tarde, es imposible encontrar espacio en las distintas líneas de autobuses.

Las frases se repiten cuantas veces sean necesarias, sobre todo cuando más de tres pasajeros descienden en una parada. El controlador de turno entonces expresa con sonora voz. “Ya se bajaron, ya hay espacio” ante el asombro de quienes se encuentran apretujados en el transporte y algún pasajero desafiante lo emplaza a pasarse de adelante a atrás.

Que el bus se detenga en la parada señalada es una odisea que se logra sobre todo cuando el semáforo obliga a ello. Entonces todos los usuarios corren y a empujones tratan de acomodarse en un mínimo espacio de 30 o 50 centímetros cuadrados. Una vez lograda esa misión, la segunda es tener a la vista el celular y todo artículo de valor o guardarlo bien en la mochila que esté distante de algún sospechoso. Llevarlo en los bolsillos es una garantía de que al bajarse el artefacto ya no estará en su poder.

Por eso aunque al inicio uno vaya casi colgado de la puerta, en el trayecto de 40 minutos en el mejor de los casos, hace varios movimientos para avanzar y escapar del peligro que representa cada apertura de puertas. En medio camino el objetivo se logra y ahí se puede visibilizar a mujeres que con niños en brazos tratan de llamar la atención de los adormitados usuarios varones que esquivan su mirada para no cederles el asiento. Somos las mujeres en su mayoría las que brindamos un puesto a la madre que carga con sábanas o los infantes.

Pero también hay las señoras y chicas hábiles, que en el camino van delineando su rostro y afinando el maquillaje para llegar perfectas al trabajo. En el trayecto no falta la música en alto volumen de emisoras populares que con programas “familiares” desprenden sonrisas en varios y desagrado en otros tantos. (O)

Foto: John Guevara / El Telégrafo

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