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El Telégrafo
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Las fábulas de El Dorado no se refieren solo a la abundancia de oro

Las fábulas de El Dorado no se refieren solo a la abundancia de oro
Fotos: Néstor Espinosa / El Telégrafo
30 de julio de 2019 - 00:00 - Néstor Espinosa

Domingo 28 de julio de 2019, el día amanece soleado. Recién son las 07:00 y el azul intenso del cielo advierte que el resto de la jornada será abrasadora. En este pueblo, Portovelo, que no necesita título para ser mágico, la gente está en pie desde muy temprano. El centro es un hervidero, un bullicio. Son las 08:00 y los vendedores ambulantes recorren las calles gritando (promocionando) sus productos: mote, queso, leche, gas... todos gritan. Gritan también los chulíos (ayudantes) de los buses intercantonales: “a Piñas, a Piñas”, “a Machala, a Machala”...

Ya son las 09:00, ahora la música retumba. Por el lado de La Curva, ruta hacia Zaruma, suena la música chicha, por otro el reguetón, más abajo, tras la iglesia de la Virgen de Fátima, la salsa y la romántica también compiten. Esta (la Avenida del Ejército) no es una calle para descansar, aquí no se puede dormir más tarde de las 06:00.

10:00, la temperatura ambiente está ya en 24 grados centígrados. Parece que todos han cumplido con sus tareas, domésticas, negocios o trabajo, de repente todo se silencia. Muchos se alistan ahora para salir al río, a la cascada, a la piscina. José Zambrano, su hijo, su sobrina y su esposa se van a la piscina municipal en el barrio El Paraíso, otros se enrumban en la carretera hacia San José, con dirección a la cascada Arcoíris, en el barrio Loma Larga.

Jimmy Apolo, quien reside en Nueva York y está de visita con su esposa y sus dos hijas, toma la carretera hacia Loja, se va con un grupo de amigos de Guayaquil al río Pindo. A 17 kilómetros hacia el sur oriente del centro de Portovelo se llega al balneario Las Tilapias.

El bosque subtropical seco encanta. Los árboles de bototillo floridos pintan de amarillo las áridas laderas, los mangos a la orilla del río no tienen hojas, las ramas están cubiertas de flores, “será un año bueno para los mangos”, asegura Apolo. 11:00, el sol tuesta la piel. Con los 26 grados centígrados una parte del grupo opta por darse un chapuzón en una de las tantas hermosas lagunas verde claro que se forman en el río.

Los otros optan por pescar unos cuantos dorados de agua dulce. 45 minutos después, efectivamente ya tienen cinco preciosos dorados, que son lavados en el sitio y que con un poco de hielo llegarán intactos a Guayaquil para ser tostados en la deep fryer. 12:30, hora de almorzar: tilapia frita, arroz criollo (cultivado en montaña) y yuca, todo cosechado en la misma zona. “Este es uno de los tantos sitios del Ecuador que contribuyen a las fábulas de El Dorado”, comenta extasiada Yadira Machuca, la esposa de Jimmy Apolo. (I)

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