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El Telégrafo
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El café de todos los días tiene un proceso de preparación

El café de todos los días tiene un proceso de preparación
22 de septiembre de 2018 - 00:00 - Carla Maldonado

Suena salsa a un volumen tan alto que “estallan” los oídos. La mayoría de locales están cerrados, a pesar de que es un food garden. Por allí se pasea el personal de limpieza que recoge platos de plástico y botellas de cerveza de la velada anterior.

Llego a mi “lugar” cotidiano para tomarme un expresso “capuccino”, pero espero porque hay varias personas en la fila. “Mi cafetería” tiene un color dominante en su escenografía: el verde, combinado con blanco y algo de rojo. Veo en la tabla de precios 18 tipos de café”: calientes y fríos, con leche o sin ella, un chorro de avellana o de vainilla, o con crema chantilly, entre otras alternativas. Ese es un número considerable si se toma en cuenta que en Italia hay 100 maneras de servir ese “elixir”. En “mi cafetería” también hay una variedad de pasteles que se exhiben en la vitrina, sus precios van de 1.90  y más de 4.00 dólares y tés comunes y de frutas deshidratadas. Hay café gourmet de Zaruma, Loja y Jipijapa a precios gourmet. Mientras espero, ese aroma.. inconfundible y fuerte despierta mis sentidos.  Allí venden 150 tazas al día y para hacerlas, cada una necesita de tres minutos, me dice el administrador Bryan Chiriboga. Para mí, ellos son unos maestros en el arte de prepararlo: primero muelen el grano de café, después miden la temperatura del agua y preparan en una máquina manual de café italiana. Eso es lo que más gusta de este sitio porque he peregrinado por muchas cafeterías de Quito y he salido muy decepcionada. Una vez llegué a pagar casi 4.00 dólares por un capuccino en la Foch, una zona de moda en esta capital. Un precio alto porque en Milán esa bebida cuesta $1.20. Pero es bajo comparado con los 7.00 dólares que he pagado en  Starbucks Coffee en otros países. Un cliente me cuenta que también es adicto al café, toma cuatro al día porque le ayuda a  combatir la migraña, se justifica. Por fin llega mi turno y pido un expresso “capuccino”, espumoso y sin canela. En mi antiguo diario me ofrecieron ayuda para superar esta adicción. Pero, yo obviamente, la rechacé.  (I)

 

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