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Ecuador, 19 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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Tallin, la capital de Estonia, es una ciudad medieval

Nunca me llamaron la atención los países bálticos. Es más, me resultaban un poco aburridos e irrelevantes, pero me dejé convencer por la familia y volamos a Tallin, la capital de Estonia.

Allí me llevé una gran sorpresa porque me gustó lo que vi. Tallin, con una superficie de 159,2 km²  y 397.617 habitantes, está situada en la costa norte del país, a orillas del golfo de Finlandia y 80 km al sur de Helsinki.

Lo primero que me impactó fue su pasión por la conectividad: en los parques, plazas y cafés hay gente con computadoras, tablets y celulares. Es como si la tecnología se hubiera apropiado de esta pequeña ciudad.

El 95% de los tallineses vota por sus candidatos predilectos, ya sea en elecciones nacionales o de medio período, a través de internet. Ellos dicen con orgullo que son el país más conectado del mundo. También me sorprendió que la mayoría de tallineses hablara inglés como segunda lengua. Eso facilita la comunicación y la comprensión con los turistas.

Pero, sin duda, lo más bonito de la capital de Estonia es su Centro Histórico, una miniciudad dentro de otra. Es de la época del Medioevo, con castillo y una gran muralla de protección alrededor de ella. Al entrar a la capital vieja hay que imaginar a los caballeros andantes, con sus trajes de hierro y sus caballos, y a las damas con sus vestidos largos hasta los pies y un pañuelo en sus cabezas.

El Centro Histórico es uno de los sitios más visitados del país. Tiene casas de comerciantes y almacenes de artesanías locales a lo largo de callecitas estrechas y adoquinadas que terminan en la Raekoja Platz (Plaza del Ayuntamiento). Allí está el Municipio con una torre alta de más de 50 metros, coronada por un personaje típico de la ciudad llamado el Vana Toomas. También está  la Alcaldía, construida entre 1371 y 1404, y sus dos gárgolas.

Los visitantes recorren ese encantador pedazo medieval, se sientan en los cafés a mirar el ritmo de la ciudad, su gente y esas construcciones. Eso fue lo que yo hice imaginando las películas del Rey Arturo y su mesa redonda. (I)

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