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Bogotá se mueve entre café, bicicleta y canes de seguridad

La presencia de ciclistas es casi permanente en la capital colombiana, que ha construido 410 kilómetros de vías exclusivas.
La presencia de ciclistas es casi permanente en la capital colombiana, que ha construido 410 kilómetros de vías exclusivas.
Foto tomada de Portal Bogotá
07 de octubre de 2018 - 00:00 - Verónica Naranjo Hidalgo

Bogotá, la capital colombiana, encierra algo más de 8 millones de habitantes (más de la mitad de la población total de Ecuador).

Su clima, movimiento e infraestructura se asemejan a Quito incluso en el uso de la bicicleta, aunque acá hay 410 kilómetros de vías exclusivas para cerca de 835.000 usuarios.

Por eso es común toparse con ciclistas en todo lugar, y el centro financiero no es la excepción, sobre todo porque están cerca varias universidades como Santo Tomás o la pedagógica Nacional de Colombia, donde se forman los futuros docentes.

Recorrer esos espacios, donde los edificios, los bancos y las cafeterías se juntan, es disfrutar del intenso olor del café, que hasta en los kioscos más pequeños se encuentra a 2.000 o 2.500 pesos (menos de $ 1).

Así mismo, una arepa o un jugo de naranja recién hecho no faltan. Tampoco las ventas ambulantes de accesorios tecnológicos, que a diferencia de lo que ocurre en Ecuador, utilizan un megáfono para ampliar la señal publicitaria.
“A 3.000 pesos($ 0,99) la mica” se escucha insistentemente en el espacio público.

                                                                                                                                                                                            Verónica Naranjo Hidalgo/ et

El centro comercial Avenida Chile, el más cercano a la zona financiera, es el espacio al que acuden los oficinistas al mediodía. Allí destaca un espacio cultural en el que se promueven diferentes opciones y esta vez se publicita el cine francés.

En la zona conocida como Chapinero, la seguridad de edificios y centros comerciales está a cargo de guardianes civiles y canes. Los espacios para “rumbear” tampoco faltan en Bogotá (foto). 

                                                                                                                                                                                             Verónica Naranjo Hidalgo/ et

Pasos más adelante, entre la calle 72 y la carrera (calle) 11, está la Iglesia católica de Porciúncula, cuyo estilo neogótico llama la atención porque sus enormes torres puntiagudas contrastan con la infraestructura lineal.

Este sector, al nororiente de la ciudad, dentro de la localidad conocida como Chapinero, despierta la curiosidad del visitante por la presencia constante de canes en el ingreso a los edificios o centros comerciales.

Un guardia del sector, quien reserva su nombre, revela que hace un año hubo un atentado con explosivos y por eso las fundas y mochilas que los usuarios ingresan son olfateadas por los canes perfectamente amaestrados.

Incluso a la entrada de conjuntos residenciales se rastrea el maletero de todo tipo de vehículos. “Es algo que todos los días debemos hacer para prevenir los explosivos”, cuenta.

Diversión nocturna

Por la noche, a 10 minutos del centro financiero, está la zona T, conocida así porque sus dos calles peatonales se encuentran y forman exactamente esta letra.

Allí la rumba, los cocteles y la comida típica no faltan, como tampoco los entrenamientos para quienes desean esculpir su físico.

La temperatura bordea los 12°C y fácilmente contrasta con el calor corporal que comienza a sentirse tras las indicaciones del instructor. Cada martes y jueves cerca de 100 deportistas se juntan en esa zona para disfrutar de ejercicios al aire libre.

Mientras eso ocurre en la vía pública, al interior de los locales de la zona T, los usuarios comienzan a llegar de a poco. En ese espacio, que es parte de la zona rosa bogotana, hay establecimientos de comida de todo tipo, como el Gyroskebal, que oferta gastronomía árabe, o Faena, el restaurante mexicano.

También está el bar Retro 88.9 y los casinos Rock jazz o Lukia, que son parte del menú para quienes gustan de los juegos de azar.
Dentro del centro comercial El Retiro se ubica el afamado restaurante Andrés Carne de res, el sitio al que todo visitante llega.

El local está distribuido en cuatro pisos, cada uno con un nombre con reminiscencia religiosa: cielo, purgatorio, tierra e infierno. En cada uno hay una decoración distinta, pero siempre colorida, que atrae a los foráneos.

Es el lugar escogido por muchos para celebrar un cumpleaños. Aquí el homenajeado recibe una banda tricolor (estilo presidencial) para distinguirlo del resto de comensales. Lo mismo ocurre con los extranjeros.

Un grupo musical -que recorre todos los espacios del lugar- anima a los presentes con los acordes de cumbias o vallenatos. De planta existe un grupo en vivo con música variada, pero más relajante.

Los cortes de res y las vísceras hacen de este lugar el preferido por quienes disfrutan de la carne de vaca. Esta es la figura que engalana la entrada al local. Una bicicleta con una canasta tipo cajón y un buzón de antaño completan el escenario. (I)

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