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El Telégrafo
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Los apurados detrás del semáforo en rojo causan serios accidentes

Los apurados detrás del semáforo en rojo causan serios accidentes
Foto: Néstor Espinosa / El Telégrafo
23 de julio de 2019 - 00:00 - Néstor Espinosa

Justino, un extranjero residente en Ecuador desde hace más de 20 años, no es sicólogo pero ha estudiado el comportamiento que muestran los guayaquileños cuando esperan en el semáforo en rojo. Sonríe y dice que algunos miran a todas partes mientras están parados: “aparentan control absoluto del entorno”.

Otros mantienen la mirada fijamente al frente, siempre en posición de salida cual corredor de autos de fórmula uno (la mano en la palanca de cambios y las piernas moviéndose nerviosamente para adelantar tan pronto como cambie la luz). El estadounidense les ha jugado bromas en varias ocasiones solamente para ver cómo reaccionan.

Les ha pitado desde atrás y los apurados han puesto a rodar el auto sin fijarse en nada más que en el objetivo de ganar, de ahí que les haya tocado frenar bruscamente al notar que la luz del semáforo no ha cambiado.

Pero ese intento desesperado de algunos conductores guayaquileños por ganar la delantera en el semáforo en rojo puede ser fatal. Son las 17:40 del sábado 20 de julio. En la intersección de las avenidas Leopoldo Carrera y del Bombero, en el oeste de Guayaquil, los carros ruedan hasta el último segundo de luz verde: a la derecha van hacia la vía a la Costa; a la izquierda hacia el centro de Guayaquil; y en línea recta hacia el Megamaxi, cruce extremadamente largo, de modo que es mejor esperar a estar primero en el semáforo para llegar seguro a hacer las compras.

El conductor de un SUV gris sale último, no llega al súper. desde el carril de servicio de la avenida del Bombero uno de esos apurados (un aveo verde aceituna), sin considerar nada, adelanta a los demás y se va contra el SUV, lo voltea y la persona al volante debe ser rescatada por los bomberos.

Mientras un grupo de gente ayuda a mover los vehículos, Javier Muñoz, testigo, le endosa la culpa a la carretera y enseguida pide un paso elevado, esas construcciones que discriminan y destruyen vecindarios porque los fragmenta. Para él la persona imprudente no tuvo la culpa. (I)

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