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La “guerrera de rosado”

La “guerrera de rosado”
14 de agosto de 2011 - 00:00

Los quince años representan el fin de una etapa, el paso oficial de niña a mujer, si se quiere repetir la convención popular. Pero para Cinthya y todos los que la rodean es algo más. Para todos ellos hoy se celebra una batalla ganada al tiempo. Un año más de vida para una paciente que lucha contra el cáncer.

La vida de Cinthya cambió un 18 de agosto de 2009, cuando le dieron un nombre al dolor que hace tiempo sentía en la pierna: osteosarcoma, un cáncer a los huesos. Amante del fútbol, hasta antes de la noticia jugaba en un equipo del colegio en su Pimampiro natal, allí cuando empezó la molestia en su rodilla, dolor que todos achacaron a un golpe.

14-8-11-gquil-cinthya-carolinaPasó por innumerables fregadores antes de llegar al subcentro de salud de su parroquia. El doctor le dijo que no era nada, que era solo un golpe y que se tratara con Voltarén. Como el dolor persistía, se hizo chequear en un centro privado en Ibarra. Allí le hicieron una tomografía y apareció la primera sospecha de cáncer. El diagnóstico se confirmó en el hospital de Solca, en Quito.

María Colimba, su madre, reconoce que no fue fácil al principio. Cinthya comenzó a cambiar su forma de ser y se encerró en su enfermedad, se negaba a recibir la quimioterapia y había días en que se despertaba sin querer saber nada de nadie.

La madre de la adolescente dejó todo en Pimampiro y tuvo que alquilar un pequeño departamento en el barrio Obrero Independiente, en el sureste de Quito, por noventa dólares. Trabaja por 200, limpiando una casa en el norte de la ciudad. Todo para acompañar a su hija emocional y económicamente en la lucha. Junto a ella también emigró Geovany, el hermano de Cynthya, que se puso a estudiar y trabajar.

El padre, Carlos Muñoz, las visita cada quince días junto a su otro hermano, Carlos Andrés. Ellos todavía viven en Pimampiro, donde el padre conserva su trabajo como tractorista, por lo que gana 200 dólares. Con eso mantiene dos hogares y paga parte del tratamiento.

Cinthya empezó a cambiar esa actitud arisca hace un año, cuando conoció la Fundación de Jóvenes contra el Cáncer. Solo entonces volvió aquella Cinthya de encendida alegría que conocían sus padres y hermanos, esa misma que saca buenas notas en su tercer curso de colegio y sueña con estudiar electrónica.

La fundación nació hace cinco años y trabaja en beneficio de los adolescentes con cáncer. Detrás está el esfuerzo de muchas personas, pero sobre  todo del doctor Gustavo Dávila, que perdió a su hijo por un cáncer de huesos. Hoy son alrededor de 140 jóvenes que luchan contra la enfermedad. Dávila confía en la fortaleza de los jóvenes para vencerla, por eso los llama guerreros.

La fiesta por los 15 años de Cinthya fue organizada por esos guerreros. A través de las redes sociales se convocó a la reunión, en lo que se anunciaba como un “sábado lleno de alegría y de gratitud a la vida”. Antes de la celebración esparcieron las cenizas de la última “guerrera fallecida”, Margoth Meléndez, que siempre quiso permanecer en el parque La Carolina.

14-8-11-cinthya-carolina02Cinthya participó activamente en la planificación de la fiesta, celebrar sus 15 años fue un anhelo que ella misma se encargó de volver júbilo concreto, tangible... “En cada detalle, cada prueba de vestido, de zapatos, de accesorios, brillaban sus ojos de amor, de querer estar más años aquí en este mundo”, dice María Fernanda Rengifo, administradora de la fundación.

El vestido rosado fue un regalo de dicha  entidad. Un día antes de la celebración estaba colgado en un armador, aguardando por la quinceañera. Paradójicamente, se encontraba junto a la silla de ruedas que Cinthya dejó de utilizar cuando sus quimioterapias terminaron.

Una furgoneta, también de la fundación, engalanada para el evento, se encargó de llevar a familiares y amigos a la sede de la organización donde sus compañeras de lucha felicitaron a la homenajeada. Aunque en verdad era una fiesta para todos, una forma de agradecer que estaban unidos y que había otro motivo para celebrar el paso del tiempo.

Sus compañeros definen a Cinthya como “una guerrera llena de luz y de muchas ilusiones”. Frecuentemente visita los hospitales donde están ingresados otros miembros de la entidad. Además, cuando se trata de luchar por los derechos, asiste a todas la marchas. “Tiene una gran capacidad de solidaridad y de protección a sus compañeros”, según María Fernanda Rengifo.

Los chicos son una verdadera familia. “Se apoyan en los momentos más duros de la etapa de la enfermedad, cual hermano mayor”, agrega  la administradora. “El equipo de psicología es indispensable en este proceso, además de las diferentes actividades que realizan como el yoga, taichi, bailoterapia, fotografía... son fuentes de escape para la tristeza y los resentimientos...”, manifiesta.

Cinthya no recibe quimioterapia hace dos meses; su estado ha mejorado considerablemente. En Solca le hacen un seguimiento de rutina para descartar nuevos brotes. La deuda por el tratamiento asciende a 2.430 dólares. María paga 60 dólares mensuales para cubrir el monto.

En el Ecuador, a diferencia de países europeos, la falta de un diagnóstico preventivo convierte al cáncer en una patología más difícil de tratar. El cáncer de próstata, en hombres, y de mama, en mujeres, tienen una considerable   incidencia en el país, según el Registro Nacional de Tumores de Solca.

En la fundación cuentan con terapias de apoyo a las que Gustavo llama “support group” (grupos de apoyo). En ellos se trabaja, sobre todo, por la aceptación del diagnóstico. Este es el momento inicial de la recuperación.

14-8-11-gquil-cinthya-carolinalCabe destacar el taller de fotografía que impartieron los quiteños Diego Pallero y Jenny Navarro como parte de su tesis de fin de carrera. Al final se involucraron tanto que realizaron una exposición llamada “Sensaciones, otra mirada de la luz”, que fue presentada en el  parque El Ejido, donde los guerreros mostraban su visión del mundo desde el corazón.

El director de la fundación se encuentra estos días en Estados Unidos, buscando a oncólogos que quieran venir a Ecuador para ayudar a más gente con cáncer. En el país todavía falta apoyo profesional para tratar los distintos tipos de la enfermedad. “Hay un compromiso del Ministro de Salud para firmar un convenio con la fundación y dar charlas de sensibilización para mejorar el trato al paciente en todos los hospitales públicos del país”, cuenta Gustavo.

El proyecto ya tiene seis meses y está estancado por la tramitología, según el médico. “La lentitud de los mandos medios, de los burócratas. Apuesto que si el presidente Correa conociera esta realidad volarían varias cabezas, por la ineptitud de muchos funcionarios”, expresa.

Gustavo recuerda cómo hace poco más de un mes se concentraron en frente del Ministerio de Salud para pedir más atención hacia los enfermos. “El cáncer no espera”, era uno de los lemas de la marcha. En esa protesta, Cinthya, con sus muletas, fue entrevistada en la televisión y dijo que estaba allí para apoyar a sus compañeros que son atendidos en el hospital Eugenio Espejo y que no tienen el debido tratamiento. 

Por la lentitud de las ayudas, esta semana dejaron de existir dos valientes guerreros, Katherin y Jorge, cuyos pedidos se quedaron traspapelados en algún despacho.

Esos instantes de lucha y derrota, de volver a levantarse y aprovechar cada segundo de vida estaban condensados aquella tarde en la sala de baile, donde la quinceañera Cinthya celebraba algo más que su paso al mundo de los adultos. Afuera una lluvia que parecía querer renovar recuerdos, acompañó toda la celebración. La homenajeada tenía una sonrisa de felicidad imperecedera. Y todos los rituales se repitieron, pero esta vez con mucho más significado.

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