Ecuador, 23 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

¿Qué sería de Quito sin los chagras?

¿Qué sería de Quito sin los chagras?
07 de diciembre de 2014 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

El uso de la palabra chagra no es reciente. En el siglo XIX ya se la utilizaba en el centro norte de la Sierra para referirse al campesino no indígena, pero este término resurgió en el contexto urbano de Quito, durante las primeras décadas del siglo XX. Esta vez, las clases medias recurrían al término para designar a los inmigrantes no indígenas que provenían del campo y de las ciudades más pequeñas.  En la obra Los imaginarios migratorios: el caso ecuatoriano, de Alba Gabriela Goycoechea, se explica  que en aquella época, se tildaba de chagras tanto a los campesinos como a los latifundistas, y el término se aplica, de forma indistinta, tanto a los cholos como a los blancos del campo.  “Por esta razón, la palabra no designaba rasgos socioétnicos específicos como sí lo hicieron los términos longo o cholo. Varios años después este término se aplicó solo a los provincianos recién llegados a la ciudad y no adaptados al medio urbano”, señala Goycoechea.

Durante mucho tiempo, este término adquirió una connotación peyorativa, porque, con frecuencia, se lo empleaba para ridiculizarlos. En eso concuerda el historiador Juan Paz y Miño, quien explica que se desvalorizaba a la gente porque venía de provincia: “Se creía que venían a la ciudad cargados de valores que en la ‘gran’ urbe no eran aceptables, porque no eran considerados modernos”.

Para Paz y Miño, esta era una posición clasista, pero —recalca— que hoy en día este carácter peyorativo ha cobrado otra significación y se relaciona el término más con el afuereño, el que llega de otra ciudad. De ahí que hay muchos chagras que se sienten orgullosos de la tierra en donde nacieron, por eso en Quito se conformaron diferentes colonias en las que se reúnen carchenses, imbabureños, tungurahuenses… “Los chagras sienten que forman parte de Quito y que contribuyeron a su crecimiento y modernización. Incluso hay chagras que conocen a Quito más que los propios quiteños, pues quien llega por primera vez a una ciudad que no conoce, se interesa por ubicarse en la urbe; se siente obligado a tomar puntos de referencia”, recalca el historiador.

De alguna manera, se produce también un proceso de quiteñización, porque aunque no nacieron en la capital, adquirieron los dichos y la entonación particular de los quiteños. Pero ¿cómo perciben los familiares a quienes dejaron su ciudad natal para migrar a la gran ciudad? Paz y Miño precisa que este suele ser percibido como el familiar y el amigo que viene con nuevos valores y percepciones, pero también se convierte en un referente para sus seres queridos, sobre todo, si consiguió potenciar su calidad de vida en la capital. Esto suele ocurrir con aquellos chagras que ya lograron adaptarse plenamente al trajín de la ciudad y que han logrado progresar, lo cual difiere de  la realidad que enfrentan aquellos jóvenes que vienen a Quito para estudiar. “Los jóvenes que provienen de otras provincias suelen regresar con mucha frecuencia a su tierra, porque aún no han forjado amistades sólidas. Por un lado, están desarraigados y por otro tienen una necesidad de quedarse y crecer. Lo interesante es que, de forma progresiva, se integran a la ciudad”, puntualiza Paz y Miño, quien recalca que fue en la década de los sesenta y setenta cuando la capital registró los mayores flujos migratorios. En los sesenta se vivió la reforma agraria y una década después el boom petrolero. Con la llegada de los migrantes el centro de la capital se ‘tugurizó’ y la población que vivía en esta zona, principalmente, de clase media y alta, se trasladó al norte, así se configura la estructura de lo que Paz y Miño denomina el Quito tripartito integrado por el sur popular, el centro colonial y el norte burgués.

Una ciudad diversa

Para el historiador, la capital de los ecuatorianos es una ciudad integradora, donde poco interesa conocer la procedencia de quienes la habitan. “No es parte de una conversación preguntarle a una persona de dónde proviene. Se rompieron las barreras del afuereño frente al quiteño”, dice. Las personas, independientemente de su lugar de nacimiento, con frecuencia, se sienten parte de la ciudad, a la cual muchos sociólogos llaman ciudad región, porque tiene la capacidad de actuar como centro de atracción, como eje vertebrador de un tejido productivo, comercial, financiero y de servicios. Para Alejandra Delgado, socióloga, Quito más que una ciudad integradora es una sociedad donde confluye la diversidad. Esta investigadora califica a la capital como una sociedad polifónica, polimorfa, porque se constituye en un centro articulador de nuevas dinámicas.

Una palabra despectiva

El historiador imbabureño Ramiro Andrade advierte que, según el último censo realizado por el INEC,  2 de cada 3 habitantes de Quito son chagras. “Quito no sería lo que es si no fuera por la migración. Además, a la capital llega mucha gente con recursos. Entonces podríamos afirmar que también se  transfiere la riqueza de las provincias a la capital”. Quito siempre fue un polo de atracción. Muchos jóvenes migran por motivos de estudios, pero también en busca de fuentes de trabajo. Nunca será fácil —dice— acoplarse a la gran ciudad, porque  en este entorno las relaciones personales son, en general, más individualistas y la construcción de comunidad resulta más complicada. Este investigador también es chagra y comenta que siempre pensó que el quedarse en su tierra natal, Ibarra, reduciría sus posibilidades académicas y, por lo tanto, laborales. Vivir en la provincia todavía es sinónimo de limitación o falta de horizontes, por eso los flujos migratorios no han cesado.

El historiador y filósofo Carlos Freile, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, advierte que los quiteños usaban el término chagra para dar a entender que la única ciudad de la Sierra era Quito, las demás, solo “pueblitos o mero campo”. Era una palabra despectiva, como lo afirma Luis A. Martínez en su novela A la Costa, pues los quiteños se creían superiores a los demás por el mero hecho de “haber nacido al pie del Pichincha”. Para Freile, la connotación despectiva continúa vigente.

Para los provincianos ser chagra —sostiene— significa tener un origen distinto, con sus propios valores y costumbres, más apegados a las tradiciones. El catedrático considera que los chagras han contribuido de varias maneras al crecimiento de Quito. “Su contribución no puede reducirse a lo económico, aunque en ello se debe mencionar también la mano de obra no especializada. Es notable que el juego del Cuarenta era despreciado por los quiteños como ‘juego de chagras’ y solo se lo aceptó en Quito hace unos 70 años”.

Para Freile sería injusto afirmar que Quito es una ciudad de chagras de primera generación, pues hoy en día la mayor cantidad de habitantes ha nacido en la capital. Hoy es poco probable que haya alguna familia quiteña, de alto o bajo rango, que no tenga algún antepasado provinciano.

Verónica Burbano es quiteña de nacimiento, pero su madre nació en Guaranda y su padre en Portoviejo. Su abuelo materno fue oriundo de la provincia del Carchi y su abuela materna nació en Santa Rosa, en la provincia de El Oro. “Casi por casualidades de la vida nací en la capital, pero siento que soy de todas partes y eso me alegra”.  

La casualidad a la que esta joven se refiere es a la historia que está detrás de su nacimiento. Su padre vino a la capital por asuntos laborales y durante su permanencia en Quito conoció a quien poco tiempo después fue su esposa. Ella ya vivía aquí varios años y trabajaba en un colegio fiscal como profesora de Literatura.

Su padre añoraba su tierra, así que decidieron regresar a la Costa para probar suerte. Aunque faltaban todavía un par de meses para que su madre diera a luz, el parto se adelantó y Verónica nació en Quito. El nacimiento prematuro los obligó a permanecer un tiempo más en la capital y después de varios meses viajaron a Portoviejo. Algunos años después regresaron a Quito por motivos de trabajo. “Quito es una ciudad que me encanta, sobre todo, el casco histórico, pero también siento que mis raíces son costeñas, así que mi identidad es diversa”. El historiador Carlos Freile, oriundo de Riobamba, relata que él se radicó de manera definitiva en Quito en 1979 (había vivido aquí en diversos períodos). “Nunca he notado un trato despectivo hacia mí en los diversos ambientes en que me he movido, pero sí el sentimiento de superioridad frente a los provincianos expresado en comentarios generales poco respetuosos”. Comenta, además, que la palabra cagra, proviene del kichwa chác´ara, pronunciado chacra por los españoles y que significa “sementera”. Para Freile el kichwa ecuatoriano tiende a suavizar las consonantes, de allí el término chagra. De chacra proviene chacarero.

Chagras alcaldes

El historiador guayaquileño Javier Gómez Jurado, miembro de la Academia Nacional de Historia, explica que los chagras se han acoplado y han desplegado una labor positiva en favor de la capital e incluso han llegado a ocupar espacios públicos importantes.

Muchos de los alcaldes que ha tenido Quito nacieron en otras ciudades. Rodrigo Paz, por ejemplo, nació en Tulcán en la provincia del Carchi; Gustavo Herdoíza de la provincia de Chimborazo, Jamil Mahuad nació en Loja. “Son personas que indudablemente han llegado a Quito para contribuir al fortalecimiento de la ciudad. Alejandro Carrión Aguirre, también conocido como ‘Juan sin Cielo’, en uno de sus tantos artículos publicó uno al que tituló Los Chagras Quiteños, en el cual señala: “Está probado por la Historia Patria y por La Ciencia Natural que el quiteño para lo único que no sirve es para alcalde de Quito. Cuando por una lamentable equivocación se ha escogido a alguno de los diez mil quiteños existentes (el resto de la población lo formamos nosotros los chagras) para Alcalde, el diablo comienza ipso facto a cargar con la ciudad”. ‘Juan sin Cielo’, incluso, llegó a decir que “nadie hay que sea más quiteño que el chagra”.  El chagra —como decía ‘Juan sin Cielo’— es más quiteño que el mismo Quito. El chagra se rompe el alma por Quito. El peor insulto para el chagra es decirle chagra. Y de ahí que los que más aman a Quito son los chagras. “Los únicos chagritas quiteños, únicos dueños de este hermoso patrimonio nacional”.

PUNTOS DE VISTA:

Mis padres eran carchenses

“Los migrantes que vienen de diferentes sectores sociales adquieren tipos de identidades y personalidades específicas y son recibidos así en la ciudad. Uno de ellos es el denominado chagra que en realidad tiene una acepción, en determinados momentos, con el campesino pobre, pueblerino de las zonas rurales. El chagra, como otros migrantes internos, es rechazado y hay una disputa interna en la ciudad, pero, de forma paulatina, esto se diluye y hay mayores niveles de comunicación entre los diferentes sectores. Además, los chagras tienen hijos en la ciudad y asumen responsabilidades importantes. Gran parte de quienes conforman la ciudad vinieron de fuera. Mis padres, por ejemplo, provienen de la provincia del Carchi, pero yo nací en Quito. Ellos vinieron en los años cincuenta y en ese entonces la ciudad era más permeable. Me parece que los niveles de tensión se dieron a inicios del siglo XX, pero esa multitud de identidades que se dan en la ciudad se van integrando y se crean, por ejemplo, las colonias de ambateños, de carchenses....                                                                

Milton Luna, historiador y profesor

El juego del 40

Según explica el catedrático Carlos Freile, el juego del Cuarenta era despreciado por los quiteños como “juego de chagras” y solo se lo aceptó hace aproximadamente 70 años.  Según Luis Silva, pentacampeón del mundial del 40, “los españoles se divertían mucho con este juego y cuando vinieron a Ecuador, no los conquistadores, sino muchos años después, allá por 1880 se comienzó a practicar en el país”. Los cuarenteros de antaño, en particular los quiteños y los chagras, relatan los albores de este juego, que con el transcurso de los años se ha difundido en nuestro país. A partir de los cincuenta, este juego tradicional cobra mayor importancia en la capital y en la administración del alcalde José Ricardo Chiriboga Villagómez  se organiza el I Campeonato de Cuarenta como parte del programa de festejos de la ciudad y debidamente reglamentado. Luis Silva afirma que el Cuarenta se inició en la provincia de Manabí, en Portoviejo, y más tarde el juego se expandió a la Sierra, a Quito y a otras ciudades situadas en el callejón interandino.                                                                                                                                                 

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media