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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

De vuelta al estado de naturaleza hobbesiano

05 de junio de 2022 - 00:00

“Hay un constante miedo y un constante peligro de perecer por muerte violenta. Y la vida del hombre es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.

 

Así describe Thomas Hobbes, filósofo político inglés, el estado de naturaleza que hipotéticamente habría existido antes del pacto social necesario para instituir un orden social y político; es decir, antes de un Estado moderno, que supone ceder la soberanía de cada uno de los individuos para que el gobernante instituya un orden que asegure la vida y bienestar de los súbditos.

 

Esta descripción del estado de naturaleza hobbesiano se asemeja mucho a lo que los ecuatorianos sentimos cada día en el país, el riesgo de una muerte violenta. Parece que estaríamos de vuelta a este estado natural porque el Estado como institución civil y política habría fracasado.

 

Cuando existen riesgos de este calibre donde la incerteza, la violencia, el conflicto y la muerte están acechando, para Hobbes, es necesario ceder el poder para que uno superior, más grande y bien organizado se entronice, un Leviatán que sea capaz de poner orden, dar seguridad y bienestar a los individuos. Si no lo hace o no es capaz de hacerlo, los súbditos pueden revocar ese mandato ya que el soberano no ha cumplido el pacto. Esa es la única causal, aún en la concepción absolutista de Hobbes, para que ese poder total que le fue cedido pueda ser devuelto a los súbditos.

 

Esta nueva “religión política” establecida por Hobbes se justifica en la medida en que en cualquier momento, según el filósofo inglés, se corre el riesgo de un retorno al estado de naturaleza caótico, el cual se basa no tanto en la bestialidad del ser humano, sino al contrario, en su capacidad de establecer comparaciones con los otros, en su arrogancia y en su afán de dominio; esto es, lo dice el inglés, en su deseo de sacar una ventaja marginal sobre el resto, en ejercer poder sobre los demás.

En efecto, las disputas actuales por poder en todos los ámbitos de la vida económica, civil y política se multiplican. Las bandas del narcotráfico exigen poder sobre los territorios, los pasos de comercio de la droga y sus agentes. Los partidos políticos en la Asamblea y en el ejercicio de distintas funciones del Estado pretender sacar ventajas marginales sobre los contendores; los intereses financieros y económicos entronizados en el poder ejecutivo parecen buscar más poder sobre la distribución de los recursos económicos, de ahí que los recursos políticos solo van convirtiéndose en un medio para lograrlo.

En medio de este caos, no parece haber una “razón de Estado” tan cara a Maquiavelo y al propio Hobbes, no hay la constitución de un interés común o una base de acuerdos mínimos que no impida este casi irreversible retorno al estado de naturaleza. Sin embargo, solo la sociedad civil, los “súbditos” atrapados en este caos seremos capaces de sobreponernos y buscar los caminos más democráticos, constitucionales y vitales para neutralizar este horror y devolvernos una paz fundamentada en equidad y justicia.

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