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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Verdad y mentira

29 de marzo de 2015 - 00:00

La derecha sostiene que cualquier persona puede afirmar que algo es ‘verdad’ usando su derecho a la libre expresión y a la ‘opinión’. Esta afirmación nos obliga a ingresar en el antiguo debate acerca de lo que es ‘verdad’ y lo que es ‘mentira’, o para decirlo de manera más elegante: falso.

La ‘verdad’ está relacionada a la convención o acuerdo que tiene la sociedad acerca de las cualidades de las cosas, el nombre con el que debemos llamarlas y la posibilidad de verificar sensorialmente que existen.

Traemos a colación ejemplos por demás infantiles y simples, pero que sirven para marcar la cancha de este debate: hay un acuerdo general en que el Sol es brillante y no es oscuro. Ergo, si se afirma que el Sol es brillante, se dice la verdad; pero si se afirma que es negro y oscuro es falso, es mentira.

Supongo que en este punto algún lector debe estar pensando que la construcción de ‘verdad’ pasa por el problema de la Modernidad que nos ha impuesto el criterio científico de que lo que es verificable es verdadero, lo que significa que estamos teñidos por el positivismo y el empirismo. Más allá de ese debate filosófico y epistemológico, nadie puede negar que las sociedades humanas se construyen sobre relaciones que comparten signos, símbolos y palabras convencionales, para comunicarse; así mismo, comparten la idea que un conjunto de elementos del mundo se pueden ver y tocar, es decir ‘existen’, son, por lo tanto, reales, verificables y verdaderos.

La derecha quiere deliberadamente confundir y hacer creer que la ‘opinión’ es un modo de libertad por medio del cual pueden afirmar cosas falsas. No, la opinión es otra cosa. La opinión es argumentar sobre las variables de las cualidades de las cosas.

La opinión pública siempre es política, por lo tanto, debe ser una exposición argumentada sobre la posición ideológica a la que se adhiere o a la que se critica. En ningún caso una opinión debe falsear la verdad convencional. La opinión pública va dirigida a la gente, por lo que se debe emplear el lenguaje convencional y socialmente entendido. Por supuesto se pueden decir ‘mentiras’, pero entonces la narrativa pertenece al campo de la literatura y la ficción, que no es el campo del periodismo.

Personalmente pienso, no solo que existe mala fe deliberada para confundir a la gente, en medio de una guerra política incentivada por la derecha para retomar el Estado e imponer el neoliberalismo; sino, que además, hay toda una estrategia cultural del imperio, que busca diluir las convenciones sociales sobre la realidad y la ‘verdad’.

Una de las discusiones que lleva adelante la Academia es, ya sabemos, el tema de que todo en el mundo no es más que discursos y lucha de discursos, nada es real. Me encanta esa discusión, pero de repente pienso, como sujeto político, que acaso ese es un filón para un nuevo tipo de neocolonialismo cultural, toda vez que el capitalismo estaría cambiando de piel.

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