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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Vera ¿a su manera?

17 de octubre de 2021 - 20:00

La otra noche asistimos a una entrevista política en horario estelar de un canal público al presidente Guillermo Lasso. Generó gran expectativa dada la situación del país por el tema de los Pandora papers y las acusaciones de evasión de impuestos al presidente; sumado a la disputa con la Asamblea por la devolución del proyecto de ley, la crisis carcelaria y la delincuencia. 

La entrevista política es un género dialógico con un carácter cooperativo entre entrevistador y entrevistado que se muestra a través de la cortesía y el respeto, el primero hace preguntas generalmente cortas mientras la otra parte da respuestas más largas. Suele haber asimetría entre las dos partes por el poder que ostenta el entrevistado, le caracteriza una relativa neutralidad política del entrevistador. Debe ser sistemática y planificada, y tiene como objetivo dar a conocer información relevante al público al cual va dirigida.

El programa denominado “Vera, a su manera”, el cual debo confesar que no he visto sino fragmentos que se transmiten por Twitter, ya connota que el periodista tiene un estilo propio, que digamos se aparta de los convencionalismos sobre los que giran las entrevistas políticas. Eso le daría rating y prestigio al periodista que en lugar de tener un estilo cooperativo más bien apela a un estilo competitivo. El se ha construido como un periodista con perfil agresivo en el que puede “demoler” al entrevistado. Sin embargo, en la entrevista que presenciamos la otra noche, el señor Vera hizo un papel lamentable. Un entrevistador si bien no puede constituirse en un detractor político de su entrevistado, tampoco debe cumplir un rol condescendiente. Y en esta entrevista hubo episodios vergonzantes.

Las largas alocuciones del señor Vera, transformando su rol de entrevistador en consejero político no tenían cabida en una entrevista de esta naturaleza. No estaba ahí para decirle cómo debe gobernar ni quienes son sus enemigos políticos de quienes, según él, debe deshacerse. Tampoco, por cierto, cabía aquella penosa referencia del presidente hacia la amistad que lo unía con Vera. Como ya conocemos, no son la retórica ni la gran gimnasia mental los atributos del presidente Lasso, sin embargo, no era necesario que entre ambos lleguen a esas intimidades que terminaron evidenciando una larga amistad.

Más allá de las formas, que son importantes en estos espacios, vemos una construcción penosa de presidente como víctima de un supuesto triunvirato maléfico que conspira en su contra. Las teorías conspirativas siempre llegan cuando no hay dónde más apelar, pero para Lasso es demasiado pronto para hacerlo. Se lo hizo en el caso de Correa en el 30S;  del estallido de octubre con Moreno y ahora, apenas a los cinco meses de gobierno. Pero el señor Lasso está donde está por sus propias acciones y omisiones: llevar su dinero a paraísos fiscales con el objetivo de evadir impuestos y, a la vez, insistir en postularse a la presidencia; enviar una ley económica urgente que no respeta la unidad de materia; nombrar perfiles de funcionarios públicos que, al parecer, no entienden mayor cosa de temas de seguridad al frente del sistema de gestión de las cárceles del país. Y recién empezamos.

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