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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Un psicoanálisis para Twitter

12 de octubre de 2020 - 00:00

¿Quiénes existen en las redes sociales a fin de cuentas? Solemos llamarles “usuarios”, “tuiteros”, “instagrameros”, etc. En realidad, sencillamente somos escritores y lectores, pero de pacotilla, que de alguna manera imprimimos nuestras formas diversas de existir en una maquinaria tecnológica hecha en capitalismo, ficcional por cierto, que brinda la ilusión de que para algo somos buenos, de que somos vistos, escuchados, admirados, etc.

Muchos dicen que no les gusta leer y menos escribir. Además, recordemos que también en esta tierra latinoamericana se considera al oficio de escribir como un pasatiempo o un asunto para vagos y pobres, mas no una profesión seria. La verdad es que en las redes sociales hay un ensayo permanente de los oficios leer y escribir, y no necesariamente lo que se consume o se produce serán perlas. A pesar de que allí “todos saben todo de todo” y “tienen la razón siempre”.

Los usuarios de las redes son entonces lectores y escritores, aunque muy malos ya se dijo, en la medida que, lo que leen se lo efectúa a partir del apuro, el prejuicio y la pereza que le antecede para, por ejemplo, cerciorarse a través de una búsqueda sencilla en Google o en los medios profesionales, de que una noticia que se ha leído sea cierta. Esto, antes de escribir su comentario a alguna cuenta, replicar una noticia (a veces falsa) o atinar su ataque a quien le caiga dando por concebido un maltrato ¿con derecho? a todos los demás, sin distinción de género, edad o clase social.

Lo que desemboca en una histeria digital… para decirlo de otra manera: una suerte de delirio que no tiene fin y que no se cansa de escribirse con cada queja, ataque, cada tuit o denuncia.

Admitamos que no todos son tan malos. Hay buenos elementos que leen y escriben, y que también están enganchados con las redes. Los mismos que tienen algún dedo de frente como para saber que un ataque a alguien que a duras penas solo dio una opinión, puede arruinarle la vida y convertirlo en un usuario común de redes sociales, es decir, uno reactivo, salvaje, resentido, militante, mentiroso o dañino.

 

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