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El Telégrafo
Christian Gallo Molina

Todos los hombres del presidente

13 de septiembre de 2021 - 10:25

Junio de 1972. Richard Nixon se encuentra en el punto más alto de su popularidad y, por ende, considera como oportuna su reelección. Luego de haber dispuesto la retirada gradual de los soldados estadounidenses de Vietnam del Sur y de haberse convertido en el primer presidente de los EE. UU. en visitar la República Popular de China para entablar relaciones enfocadas en una solución pacífica a la crisis de Taiwán, se erige como un auténtico estadista. Atrás habían quedado los días oscuros de 1960 en los que la imagen de Kennedy se había impuesto a la suya en los primeros debates televisados.

No obstante, un hecho que inicialmente parece ser aislado, es la punta de ovillo del más grande escándalo político del S. XX. Aproximadamente a la medianoche del 17 de junio de 1972, Frank Willis, encargado de la seguridad del Complejo Watergate, sede del Comité del Partido Demócrata, se percata de la presencia de cinta en las cerraduras de varias puertas del edificio, sin embargo, no da demasiada importancia al tema y se limita a retirar dichas cintas. Horas más tarde, vuelve al lugar y se da cuenta de que las cintas habían vuelto a ser puestas. Preocupado por ello, llama a la policía y en el operativo son capturados cinco sujetos a quienes se los procesa, entre otros, por intento de robo.

Hasta este punto, el hecho que parecía ser un delito común consigue despertar la curiosidad en dos periodistas, Bob Woodward y Carl Bernstein del Washington Post, quienes, a diferencia de otros medios, al investigar un poco más sobre el hecho, descubren que existe una presión fuerte por parte de la Casa Blanca en desviar el foco de atención del tema a fin de encubrir a quienes cometieron el delito. Así, en una labor periodística formidable, Woodward y Bernstein, llegan a trazar una relación directa entre los detenidos por lo sucedido en Watergate con varios miembros del gabinete de gobierno de Nixon y otros tantos funcionarios pertenecientes al Comité para la Reelección Presidencial.

Si bien Nixon consiguió la reelección meses más tarde, la investigación periodística realizada por los reporteros del Post dio cuenta de una serie de actos ilegales cometidos durante el período presidencial de Nixon, enfocados en la persecución y acoso sistemático de opositores al régimen y en los cuales se encontraban también involucrados altos funcionarios de agencias de seguridad estatal, tal como el Departamento de Justicia, el FBI y la CIA. Así, en un sorprendente efecto bola de nieve, lo que empezó como un robo común concluyó con la dimisión del presidente reelecto, un 8 de agosto de 1974, buscando evitar a toda costa un casi seguro juicio político.

Las comodidades que nos brinda vivir en la sociedad de la información de hoy en día nos impiden concebir en su real dimensión el trabajo periodístico de quienes estuvieron detrás de la investigación del caso Watergate, donde un

puñado de hombres con limitados recursos investigativos lograron destapar uno de los peores escándalos gubernamentales de los EE. UU., aún con todo el aparataje estatal impidiendo a toda costa la investigación.

En este contexto, lo sucedido en EE. UU. hace ya varias décadas nos sirve también para evaluar nuestra realidad. Así, en tiempos como los actuales, donde es evidente la crisis de seguridad interna y externa que vivimos debido al mal uso de los sistemas de seguridad e inteligencia por parte del antiguo régimen, es indispensable considerar la importancia que tienen estos en el mantenimiento de la paz ciudadana y la protección respecto de fuerzas externas que pretendan desestabilizar el orden social.

Por otra parte, y mirando al pasado, es también fundamental valorar la importancia de haber derogado una ley mordaza y rechazar a como de lugar cualquier pretensión por parte de los poderes estatales de secuestrar medios y silenciar a periodistas, pues en cualquier Estado moderno, no basta la investigación política oficial sino también la labor de investigación realizada por los medios de comunicación.

A los casi cincuenta años del caso Watergate se torna indispensable recalcar dos lecciones históricas de lo sucedido en aquellos lejanos años de la década de los setenta: a) por un parte resaltar la importancia de que los sistemas de seguridad estatal se destinen a eso, a garantizar la seguridad del Estado y no a convertirse en agencias de espionaje serviles a los intereses de los actores del régimen de turno; y, b) que la labor de una prensa libre, es también, realizar periodismo de investigación sin ser coartada a través de leyes restrictivas o de medios políticos de acoso y persecución.

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