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El Telégrafo
Mauricio Riofrío Cuadrado

Sinrazón y magnicidio

13 de agosto de 2023

“… El Ecuador absorto y conmocionado ha presenciado esta semana, el asesinato de oficiales de policía en Samborondón y del joven alcalde de Manta Agustín Intriago, víctima de una demencial escalada de violencia … Estamos en la obligación de desterrar la sinrazón, esperamos y aspiramos que no se repitan los tristes episodios en donde valientes mujeres claman justicia por la muerte de sus cónyuges… con estos crímenes y el magnicidio de Manta, perdió la familia, perdió la ciudad, perdimos todos…”. 

Así concluíamos el editorial titulado “La seguridad del pueblo es la ley suprema” del 30 de julio pasado, diez días después, vivimos casi en directo el vil asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, muere el político, la democracia agoniza y el país se desangra.

Hemos manifestado recurrentemente en los últimos meses, sobre la tragedia que constituye el hecho de que el Estado haya sido desbordado por la delincuencia, los cientos de crímenes, secuestros, episodios de extorsión, tráfico de drogas y descontrol en las cárceles, son la prueba irrefutable de que la situación es crítica y amerita, de manera urgente, una estrategia de orden público, a través de una trazabilidad que contenga objetivos claros, acciones, plazos y responsables. Hay que entrar directamente en la guerra ya! A grandes problemas, grandes soluciones.

Estado fallido, narcoestado, narcopolítica y muerte han sido términos que tristemente los ecuatorianos hemos normalizado de un tiempo a esta parte. En este contexto, las interrogantes radican en saber qué necesita el país en la actualidad, a quién buscamos y adicionalmente despejar la incertidumbre de constatar si el ungido estará a la altura de las circunstancias.

Así las cosas, hay que echar mano de la historia para entender y responder las preguntas con nombre y apellido, porque no es la primera vez que nuestra nación está al borde del caos y la debacle, antes se han dado escenarios que hacían pensar que el fin estaba próximo, pero de la mano de verdaderos patriotas, honrados y de pulcro proceder, conscientes de que el poder es efímero y solo sirve para servir, hemos salido adelante.

Estoy convencido que el legado histórico de Clemente Yerovi, en el momento presente, debe ser resaltado y detallado con criterio historiográfico, más allá de la cita, simplemente porque ese es el modelo de gobernante que, hoy por hoy, el Ecuador necesita. Yerovi siempre "con la maleta hecha" se fijó tres objetivos principales y los cumplió a rajatabla, en siete meses y medio, con autentico liderazgo y escrupulosa sujeción a la ley, convocó a elecciones para que la Asamblea designara nuevo presidente, solucionó en gran medida la crisis económica de la época, dotando de estabilidad monetaria al país y se fue dejando un país en marcha, en medio de un ambiente de concertación nacional. Todo ello fue aceptado de buen talante por la nación entera, exclusivamente por la confianza y seriedad que el mandatario transmitía a la ciudadanía. Su bonhomía ha quedado escrita en las páginas de oro de nuestra maltratada historia, que tal como van las cosas, a futuro se verá manchada por tiranos delincuentes, inoperantes delincuentes, pelmazos delincuentes e impunes magnicidas.

Ser presidente del Ecuador para un año y medio, en este momento de la historia, implica ser dueño de una inmensa capacidad de diálogo y manejo político bien entendido, supone gran entendimiento, firmeza y ejecutividad para la toma de decisiones, con el honesto compromiso de trabajar sin el mezquino interés personal, no estamos para mediocres vanidosos que buscan trascender por el solo hecho de estar, peor para aventureros gestores de contubernios y corrupción, el Ecuador necesita gente de bien en el poder.

La democracia ecuatoriana de este tiempo, para lograr consensos, debe recuperar la capacidad de escucharse sin complejos o prejuicios, con transparencia y sincero enfoque de país. La Patria lo exige, ustedes señores candidatos Sonnenholzner, Pérez, Topic, González, Herbas, Noboa y Armijos tienen la obligación moral y la palabra para gestar una nueva clase política y enseñarnos que una agenda país es posible, es la única forma de pasar a la historia con dignidad.

El sacrificio de Fernando Villavicencio tiene que valer la pena, en caso contrario, ni él, ni ningún ecuatoriano podrá descansar en paz.

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