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El Telégrafo
José Velásquez

Sin secreto pontificio

23 de diciembre de 2019 - 00:00

Fue en marzo de 1997. El niño de 12 años se metió a la piscina y allí un cura “amigo” le quitó a la fuerza el pantalón de baño e intentó manosearlo. El niño y su madre lo reportaron inmediatamente a la Arquidiócesis de Denver, en Estados Unidos. El sacerdote admitió los hechos, pero nunca fue denunciado a las autoridades. Lo que sí sucedió es que la Arquidiócesis lo envió de vuelta a su país de origen: Ecuador.

Más de 20 años después, nuestro compatriota Rafael Jairo Calle (diocesano) es por fin requerido por la justicia estadounidense. A finales de octubre, la Fiscalía del Estado de Colorado anunció que investiga 166 casos de abuso sexual cometidos por 43 sacerdotes católicos desde 1950. La Iglesia estaba al tanto de casi todos, pero había callado amparada en el llamado “secreto pontificio”.

A Mario Bergoglio lo podrán criticar por muchas cosas, pero es el único Papa que no le ha dado la espalda completamente a los casos de abuso sexual. Claro que se ha demorado más de la cuenta y que con su lentitud y timidez ha solapado un mal global dentro de su casa. Pero reunirse con las víctimas, emplazar a los obispos y finalmente romper estos candados para que actúe la justicia ordinaria, son señales alentadoras.

El secreto pontificio es una instrucción canónica concebida en 1974 como un “código de silencio” para proteger información confidencial sobre el gobierno de la Iglesia. La figura se deformó en 2001 cuando el entonces influyente cardenal Ratzinger (luego Benedicto XVI) sugirió extender el sigilo para los casos de abuso sexual a fin de “proteger la reputación de la víctima y del acusado”.

A veces nos olvidamos que por los crímenes no solo deben responder los autores sino también los cómplices y los encubridores. El secreto pontificio sugería la complicidad de la institución y la resolución interna de los casos con sanciones vergonzosamente insuficientes. Quizás por eso en varias partes del mundo, fue la propia Iglesia la que voluntariamente colaboró con las pericias incluso antes de esta nueva disposición de Francisco.

La Arquidiócesis de Denver, que hoy pide disculpas, dice que Calle no estuvo con ellos ni medio año y que reporta un segundo caso de abuso. Antes de mandarlo de regreso en 1997 alertó de lo sucedido a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, pero cuando pregunté me dijeron que no lo conocían. (O) 

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