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El Telégrafo
Agencia Reuters

Salud: Las mujeres deben ser escuchadas

20 de julio de 2020 - 17:38

Helen Clark, Margaret Kobia, Preeti Sudan y Nadine Gasman Zylbermann

Las mujeres nos han estado diciendo qué quieren de los servicios de salud —durante y después de la pandemia de COVID-19— y el mundo debe empezar a escuchar

En apenas seis meses, la pandemia de COVID-19 ha dado la vuelta al mundo, poniendo a prueba la resiliencia de los sistemas de salud más avanzados y causando estragos en las economías nacionales. También ha acentuado las desigualdades sistemáticas y estructurales de raza, etnia y género.

A medida que la pandemia iba golpeando y los países trataban de encontrar la mejor manera de hacer frente a la mortalidad y la morbilidad causadas directamente por el virus, muchos otros servicios de atención primaria de la salud se veían gravemente alterados, entre ellos la crucial salud sexual, reproductiva, materna, neonatal, infantil y adolescente, así como la atención de la salud mental.

Si bien las mujeres en edad reproductiva, los niños y los adolescentes tienen menos probabilidades de morir a causa de COVID-19, el virus y las medidas adoptadas para controlarlo pueden agravar y exacerbar muchas de las desigualdades a las que se enfrentan en su vida cotidiana.

La escasez de recursos financieros y la interrupción de las cadenas de suministro, junto con el cierre de clínicas y las restricciones sociales que limitan la circulación de personas, están impidiendo el acceso a los servicios y poniendo en peligro los avances logrados con tanto esfuerzo en materia de salud de la mujer, el niño y el adolescente. Según las estimaciones, en algunos países, la mortalidad materna podría aumentar hasta un 30 %, mientras que, a nivel mundial, en un período de seis meses, hasta 47 millones de mujeres y adolescentes podrían dejar de tener acceso a anticonceptivos, lo que provocaría siete millones de embarazos no deseados.

A medida que el mundo se adentra en la siguiente fase de la pandemia la prioridad debe ser garantizar que no se descuiden la salud y los derechos de la mujer, el niño y el adolescente, como tan a menudo ha sucedido a raíz de otros brotes importantes de enfermedades.

Una de las lecciones más importantes que hay que aprender, ahora que los sistemas de salud se reconstruyen mejor, es que hay que escuchar la voz de las mujeres y las niñas. Las mujeres y las niñas deben estar en el centro de la respuesta y de los procesos de toma de decisiones para la recuperación.

Es una idea sencilla, aunque profunda, preguntar a quienes utilizan los servicios de salud qué es lo que más necesitan y después asegurarse de que sus respuestas sirvan para configurar las políticas, las inversiones y la rendición de cuentas.

Agradecemos los resultados de la campaña What Women Want: Demands for Quality Healthcare from Women and Girls, en la que se ha preguntado a las mujeres y niñas cuáles son sus prioridades en materia de servicios de salud materna y reproductiva. Entre 2018 y 2019, más de 350 asociados solicitaron las opiniones de mujeres y niñas de 114 países sobre sus prioridades en esas esferas. Más de 1,2 millones dieron su opinión, lo que la convierte en la mayor encuesta de este tipo.

Sus respuestas fueron a menudo inesperadas; pusieron en tela de juicio las ideas preconcebidas y arrojaron una nueva luz sobre las realidades de su vida cotidiana. Sus principales demandas son: una atención respetuosa y digna; agua, saneamiento e higiene; medicinas y suministros; más parteras y con más apoyo; y establecimientos de salud en proximidad.

En tiempos de COVID-19, las mujeres y las niñas están sufriendo interrupciones en el acceso a los servicios y suministros básicos, ya que los ya limitados recursos para la salud sexual, reproductiva, materna, infantil, neonatal y adolescente se desvían hacia la respuesta a la pandemia.

Las parteras, que se ocupan principalmente de la atención de las mujeres y las niñas en las comunidades, no tienen más remedio que quedarse en casa o arriesgar su salud y seguridad. Se encuentran entre el personal con menor prioridad para recibir equipo de protección individual y, a menudo, trabajan en lugares sin acceso a agua corriente, necesaria para la higiene u otras medidas preventivas.

Con los toques de queda y las restricciones vigentes a la circulación de personas, algunas mujeres y niñas embarazadas pueden sufrir obstrucciones y hostigamiento cuando tratan de dirigirse a centros de salud distantes para dar a luz en condiciones de seguridad, en ocasiones incluso por parte de los guardianes y los organismos encargados de hacer cumplir esas medidas. Si consiguen llegar, a menudo corren el riesgo de padecer el retroceso del derecho fundamental a una atención de maternidad respetuosa, incluso mediante cesáreas forzadas, la prohibición de tener acompañantes durante el parto y la separación injustificada de sus recién nacidos.

Estas y otras preocupaciones se incluyen en las demandas políticas del llamamiento a la acción con motivo de la COVID-19 producido por la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño, una alianza de más de 1100 organizaciones de 192 países de todo el mundo.

La Alianza, junto con el Grupo CORE, auspició Vidas en equilibrio: Una cumbre sobre COVID-19 enfocada a la salud y el bienestar de la mujer, el niño y el adolescente. La reunión contó con dirigentes mundiales en un foro interactivo en línea de dos días de duración donde se debatió sobre las formas de proteger y promover la salud de la mujer, el niño y el adolescente durante las fases de respuesta y recuperación de la COVID-19, así como la manera de lograr que sus necesidades sigan siendo prioritarias a medida que se reconstruyan los sistemas de salud y el tejido social de las sociedades después de la pandemia.

Como mujeres dirigentes, elogiamos a las mujeres y niñas que han expresado con valentía sus necesidades. Somos conscientes de la importancia de instituir mecanismos transparentes y funcionales en los que se escuchen las necesidades expresadas por las propias mujeres y niñas y en los que estas participen en pie de igualdad en los procesos de formulación de políticas, incluido durante la respuesta a COVID-19 y mucho más allá.

Si se escucha a las mujeres y se permite que sus voces marquen el camino, fortaleceremos los sistemas de salud y volveremos a encarrilarnos para alcanzar las metas mundiales más importantes en materia de salud. Estas incluyen la reducción de la mortalidad materna y el fin de las muertes de recién nacidos y niños menores de cinco años por causas prevenibles. Asimismo, debemos asegurarnos de que cumplimos los compromisos contraídos en virtud del programa de acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo y aceleramos nuestros progresos hacia la cobertura sanitaria universal.

Las mujeres y los jóvenes llevan años diciéndonos qué necesitan. Ha llegado la hora de escucharlos.

Helen Clark es Presidenta de la Junta de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño, y ex Primera Ministra de Nueva Zelandia; Margaret Kobia es Secretaria de Estado del Ministerio de Administración Pública y Género del Gobierno de Kenia; Preeti Sudan es Ministra de Salud y Bienestar Familiar del Gobierno de la India; y Nadine Flora Gasman Zylbermann es Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres del Gobierno de México.

 

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