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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Romanos 6:23, Guayaquil y su pecado

09 de marzo de 2020 - 00:00

Guayaquil es una ciudad con innumerables problemas, desde sus ciudadanos individualistas, indiferentes, hostiles; pasando por ser peligrosa, intransitable, deforestada, inhabitable; hasta llegar a su administración socialcristiana, la misma que lleva 28 años en el poder. Por eso, qué mejor que apelar a lo social y cristiano, para hablar de este caluroso lugar.

No sé usted, lector, pero quiero saber si Dios nos castiga por cómo somos. Lo pienso cada vez que llueve mucho y esta ciudad se caotiza. Ciertamente es muy bíblico que recibamos una inundación por nuestras acciones desconsideradas para con el prójimo y la naturaleza.

¿Vieron que cuando la ciudad se inunda, autoridades encargadas dicen que la anegación ocurre porque estamos al nivel del mar y que es obvio que suceda así (¡hey! Pero estamos 4 metros más arriba), porque llueve mucho, porque sube la marea? Se culpa a la naturaleza ¿o a Dios?, que en realidad son la misma cosa. No podemos pedir ser como Holanda -que es el país experto en inundaciones, el que ha construido diques y represas-, porque esto es Ecuador.
Hasta aquí, la culpa es de algo inconmensurable, pero la verdad es que, acá se han hecho mal las cosas y lo único que pasa es que constantemente estamos pagando por el pecado de la desidia y la negligencia. Así dirá en Romanos 6:23: “el pecado paga un salario y es la muerte”.
Mis vecinos tienen a sus perros que sacan a pasear y son incapaces de recoger sus heces. Seguro a usted le pasa lo mismo ¿o es uno de estos?; vemos a gente arrojando basura en la calle creyendo que Jesús bajará del cielo a limpiar sus desperdicios. Porque así son los fieles creyentes: ensucian y esperan que otro purifique.

Ya sabemos que por mucho tiempo aguas servidas son regadas al mar, lo dijo bien claro el Alcalde de La Península.

También hay señores que quieren perforar el Bosque Protector Cerro Blanco, alegando que los ciclistas son los enemigos de los ecosistemas y no ellos. Y esta historia de Aunque usted no lo crea se vuelve más complicada cuando nuestro Ministro de Ambiente es un abogado. (O) 

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