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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Rojo profundo

21 de enero de 2020 - 00:00

Se cumplen 45 años del lanzamiento de uno de los mejores filmes del género que los italianos llaman giallo, un género que suele mezclar –simplificando la cosa– el thriller con el terror y el policíaco. En Profondo Rosso (1975), Dario Argento muestra sus dotes de director así como su pasión por la psicología humana.

Es cierto que ver este tipo de películas, a tantos años de distancia, es hoy muy diferente. Sin embargo, la experiencia sigue siendo exquisita. La estética de las películas de Argento, así como su fuerza psicológica, valen el “viaje al pasado”.   

En Profondo Rosso, un disco de acetato empieza a girar y una aguja se le acerca. De pronto se escucha una canción infantil que produce cierta incomodidad en el ambiente. Pero el niño que la escucha no lo advertirá. Ahora, como en un reflejo condicionado, cada vez que suene la canción los espectadores sabemos que algo malo pasará.

De eso se trata el añoso experimento de Argento, de que seamos parte del miedo y la expectación que produce una simple melodía o un inocente muñeco, incluso cuando nada en concreto suceda. Basta la canción para mantenernos en vilo. En esto, Argento era un verdadero maestro.

Una parapsicóloga, un pianista que se convierte en un detective, una periodista y uno de los amigos del pianista marcarán la intrincada historia. Esa que se ha dejado guiar por la melodía infantil que es capaz de infundirnos pánico. La muerte estará al acecho durante toda la película. La canción seguirá sonando. Morirá una escritora y con ella su historia de un asesinato. Un rostro desfigurado por el agua hervida y apenas una pequeña pista dibujada en el espejo del baño.

Las pistas nos llevarán a una extraña casa, a una dolorosa historia que había iniciado mucho antes que los crímenes. Un cuadro será la pista más importante (aunque ciertos cuadros –nos quiere decir Argento– pueden ser confundidos con espejos). ¿Quién habrá de morir ahora? Un charco de sangre nos dará la respuesta irrecusable. Pero antes deberemos escuchar de nuevo esa canción infantil que en cierto momento habría debido ser del todo inofensiva. (O)

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