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El Telégrafo
Fernando Bustamante

Rabo de paja universal

13 de marzo de 2019 - 00:00

La ingenua creencia de que una sociedad bien ordenada es el resultado de la acumulación infinita de normas, reglas, leyes y controles tiene varias consecuencias perversas no anticipadas. Una de ellas es –precisamente- la destrucción de toda posibilidad de que la vida en común se rija por esas mismas normas. Este resultado paradójico se obtiene de la siguiente manera:   

La multiplicación descontrolada de las normas genera tal cúmulo de obligaciones onerosas, complejas, muchas veces contradictorias y cada vez más minuciosas y obsesivas, que para los sujetos resulta imposible vivir de acuerdo a ellas, y hasta conocerlas mínimamente. De esta forma, vivir en la “formalidad” es casi imposible, e implica tales costos y contradicciones que la sola posibilidad de participar (en lo que sea: desde la política hasta la educación básica) requiere renunciar a hacerlo de manera recta: la ilegalidad y la informalidad se convierten en condición ineludible de la existencia.

De esta forma, es imposible vivir sin romper alguna regla. Se tiende a que todos seamos –casi por definición- potenciales culpables de algo. El “rabo de paja” se hace condición universal. Ya que es imposible sancionar a todo el mundo (no es ni factible, ni sostenible); entonces: ¿Cómo se decide quién será perseguido y castigado y quién no? Sorprendentemente, tal decisión queda librada a la discrecionalidad de las autoridades de control del ámbito del que se trate.

Al hacerse discrecional la aplicación de las reglas, la única forma de tener alguna seguridad es desarrollar lazos particulares de clientela con los fiscalizadores, o controlarlos o tener alianzas subrepticias con estos. Un sistema donde la libertad y la inocencia dependen de la circunstancial “amistad” o “poder” que se ejerza sobre los guardianes de las normas ya no es un estado regido por reglas, sino por complicidades: de esta manera la normatividad cancerosa termina en lo opuesto: el reino de la arbitrariedad y del puro poder fáctico. (O)

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