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El Telégrafo

¿Quo vadis Europa?

17 de diciembre de 2011 - 00:00

Los aeropuertos latinoamericanos lucen llenos en estos días. Quienes se marcharon, retornan para compartir con sus seres queridos las tradicionales festividades de fin de año. Muchos viajaron en busca de trabajos e ingresos que en la región se mostraban esquivos. Hoy, buena parte regresa definitivamente.

En Ecuador, la crisis bancaria de fines de los 90 empujó fuera de los linderos patrios a más de medio millón. Unos partieron en busca del viejo sueño americano; otros buscaron rutas nuevas y España e Italia se convirtieron en los destinos escogidos. Parecía que allá se realizarían los anhelos de vivienda y trabajo seguros. Las remesas enviadas fueron puntales de la dolarización. Coraje y lágrimas hablaban en cada reencuentro de los enormes sacrificios, de la difícil integración en una sociedad que expresaba su racismo en gestos, palabras y hasta con armas homicidas. Sobre todos esos dolores, nuestra gente avanzaba.

De repente todo cambió. En España, malos manejos de quienes dirigían bancos que financiaban las inmobiliarias donde trabajaban nuestros paisanos condujeron a quiebras y pérdidas de empleos; no se podía cancelar las deudas contraídas y con la coactiva llegaba la devolución de la casa y la deuda que se acumulaba. Poco a poco, con la crisis,  desapareció la sociedad del bienestar  y la situación se hizo cada vez más difícil. No quedaba otro recurso que volver.

La situación no era mejor para los europeos. Los “Indignados” dan cuenta del rechazo del 99% de los pueblos a las políticas que se aplicaron. Con el afán de salvar a los bancos, las autoridades de la Unión Europea, encabezadas por la alemana Merkel y el francés Sarkozy, se reúnen, consultan al FMI e imponen duras medidas de ajuste. Grecia, Italia, España y Portugal han debido cambiar sus gobiernos y reciben voluminosos préstamos que deberán cancelarse, aunque para ello haya que dejar sin trabajo, asistencia y seguro social a millones de personas.

Pese a ello las recetas agravan al enfermo. El euro, moneda fuerte hasta hace poco, pierde valor aceleradamente. En la opulenta Europa que consolidó su unión con la desaparición del bloque socialista, hay colas en las calles para recibir una comida caliente. El desempleo es cada vez mayor y, en un círculo vicioso, se degradan cada vez más las condiciones de vida de la mayoría.

Ahora comienza una emigración de signo contrario; nuevamente se busca a América Latina que, en medio del caos reinante, es cada vez más el continente de la esperanza.

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