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El Telégrafo
Bernardo Sandoval Córdova

¿Quién debe votar?

27 de diciembre de 2020 - 00:00

Así como la educación y la salud son derechos humanos inobjetables, el sufragio universal también es un derecho.  La declaración universal de los Derechos Humanos  establecida en París, por la Organización de Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, es el documento instrumental de justicia, razón y paz más importante que se ha escrito y consagra el derecho al sufragio universal.  El sufragio universal, directo y secreto, constituye  el elemento cardinal e insustituible de la democracia y le otorga a cada individuo la oportunidad de ejecutar su voluntad, de ejercer su pensamiento, de dirigir su destino.  Que el voto no sea el adecuado, que el votante escoja mal y que la democracia sea cuestionada porque no logre, en muchos casos,  conducir a los pueblos hacia el desarrollo, no debe ser un argumento en contra del voto como tampoco una razón para restringirlo. 

Existen pensadores que consideran que el voto universal: “una persona, un voto”, es un dogma que merece revisión.  Otros, en cambio, consideran que no puede otorgarse el privilegio del voto a unos en desmedro de otros.  Los votos o las voluntades se cuentan, no se pesan.

El sufragio censitario, aquel que faculta el voto a determinados grupos, por ejemplo a los varones, a los poseedores de determinado patrimonio, a los pertenecientes a determinada clase social o a los que alcancen determinado nivel instruccional, fue común entre los siglos XVI y la primera mitad del siglo XX.  Poco a poco, en el mundo, las limitaciones del voto por  consideración de patrimonio, raza, clase social, religión  o sexo se fueron eliminando y se ha ido construyendo el principio básico del sufragio: la igualdad.  Es así que, por ejemplo, el sufragio femenino se permitió en 1893 en Nueva Zelanda, en 1924 en Ecuador y tan tarde como 1971 en Suiza.  El voto censitario fue perdiendo terreno a favor del voto igualitario como expresión del avance de los derechos.

Se puede entender la molestia que genera en muchas personas el que el pueblo vote por un determinado candidato que consigue el triunfo a base de populismo y   demagogia; no obstante, ello no puede justificar restricciones a los votantes.  La calidad del voto irá mejorando progresivamente conforme mejore la educación del pueblo y conforme mejoren las leyes electorales y de partidos políticos.   El vergonzoso Código de la Democracia,  es un promotor del voto no calificado  y su eliminación es un imperativo. Educación y leyes inteligentes son el camino a mejorar el voto.  El sufragio censitario, excluyente, de ninguna manera puede ser aceptado.

 

 

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