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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¿Qué estamos haciendo ante el abuso sexual?

01 de noviembre de 2021 - 00:48

Me pregunto: ¿Qué estamos haciendo ante el abuso sexual? Y pregunto al presidente de Ecuador Guillermo Lasso, a la Secretaria de Derechos Humanos Bernarda Ordoñez, a los legisladores del país, al Defensor del Pueblo (e) César Córdova, a la Fiscal General del Estado Diana Salazar, a la Alcaldesa de Guayaquil Cynthia Viteri… a las Cámaras Empresariales, a las y los empresarios, las propietarias y propietarios de medios de comunicación privados (al concentrar el mayor segmento del espectro radioeléctrico), a las rectoras y rectores de las Universidades… Formulo tal interrogante dado que lo que estamos haciendo, señoras y señores, no da resultados. De hecho, y con toda honestidad lo manifiesto: percibo que existe poca preocupación sobre esta delicada y grave situación, de la cual no estamos exentos el no vivirla. Y sí logramos esquivarla, ¿Podrán esquivarla nuestros familiares y seres queridos?

Días atrás, en una cierta plataforma digital una ciudadana dedicada al mundo del modelaje dio a conocer que una persona de sexo masculino que había conocido anteriormente por su trabajo, y quien fue participante de un reality de competencia en señal abierta, le supo manifestar mediante conversación vía mensajería WhatsApp que podía “ayudarle” a la aspiración que ella tiene de ser parte de un nuevo programa de TV si previamente aceptaba mantener relaciones sexuales con él (según las capturas de pantalla que proporcionó la denunciante, se aprecia que el ciudadano usa términos sumamente burdos). La dama agregaba que se atrevió a compartir con la opinión pública su experiencia debido a que temía que existieran otras mujeres que probablemente estén siendo aprovechadas, de forma similar, por la misma persona. De hecho, nuestra denunciante aseveró que a raíz de hablar con las audiencias sobre lo que le ocurrió, ha recibido varios mensajes de otras mujeres quienes le expresaron haber vivido lo que ella narró. En la entrevista, la ciudadana estuvo acompañada por su patrocinador legal quien esgrimió que la conducta del ciudadano que propuso “cobrar” con “favores sexuales” su “ayuda” a la ciudadana encuadra en el delito penal de abuso sexual, sancionado con pena privativa de libertad conforme el Código Orgánico Integral Penal.

Mientras daba vida a estas líneas meditaba una y otra vez: ¿Qué estamos haciendo ante el abuso sexual? Pero ante ese abuso no explícito; el sutil: el que se da cuando hay hombres que pretenden llevar a la cama a una mujer para satisfacer sus protervos deseos a través del ofrecimiento de supuestas facilidades o del presunto cumplimiento de lo que nuestras mujeres legítimamente aspiran y hasta anhelan. Reflexiono: esta práctica debe ser propia de personas de sexo masculino con un deficiente nivel de autoestima, cuyo amor propio es inexistente, que tienen como hábito el cosificar a la mujer, y que no respetan ni a su propia Madre, el actuar bajo el “modus operandi” denominado “casting horizontal”; expresión con la cual en el mundo de las sombras se conoce al trueque de “ayudas” a cambio de prácticas sexuales. De hecho, al margen del caso que he traído a colación, en el supuesto no consentido de que una mujer aún cuando conozca las circunstancias del “alto precio” que se le exige (su cuerpo, su más preciado tesoro… su dignidad) a cambio de alcanzar su sueño, acepte la propuesta, aún así no hay garantía alguna de que la persona que recibió “su parte” cumpla con su palabra. ¿Cuál es el paso por seguir en ese escenario? ¿Cabe reclamación? ¿Quién repara la dignidad pisoteada de la persona afectada, abusada, vulnerada? Nadie.

Es lógico pensar que ante la poca preocupación que existe para desterrar esta jamás aprobable, repudiable y condenable práctica propiciada por personas seducidas por una notoria actitud canalla y que aprovechan una determinada posición que llegan a tener en la sociedad para así lacerar a quienes actuamos con verticalidad de conciencia y que nos caracterizamos por ser personas de bien, identificadas por nuestra conducta apegada a los cánones de la ética y la moral, la misma se reproduzca en otros entornos: a) para obtener un cargo de mediano o alto nivel; b) para desenvolverme dentro del mundo de la comunicación o el periodismo; c) para conseguir publicidad; d) para ser acreedora a un cupo universitario; e) para ser nombrada docente en una Institución de Educación Media o Superior; o, f) para lograr una nota académica en una materia de la carrera que estoy cursando… y un largo etcétera. No obstante, debo ser decente al aseverar que en todos los entornos hay gente buena, lo que impide que generalice.

Señoras y señores, la situación ni es nueva, ni tampoco es que hoy se da con mayor intensidad. Ha estado y está ahí. A ratos creo que se percibe que esta práctica no está mereciendo la importancia debida para vislumbrarla, señalarla, desaprobarla y trabajar para erradicarla. También creo que poco o nada ayudan las muestras de solidaridad que brindemos a las víctimas (partiendo del principio legal de buena fe), o el exponer al agresor mediante RT en Twitter. No, señores. Esta problemática debe ser insumo suficiente para el análisis y diseño de una política pública donde se brinde orientación, acompañamiento y protección a las víctimas, y se sancione a quienes, bajo engaños, obtienen lo que su mezquindad y su egoísmo les impulsa, actuando de forma irracional, actuando como nuestros hermanos los animales.

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