Cualidad de singular valor es la prudencia. Para los griegos, la prudencia o phronesis era un aspecto relevante de la sabiduría práctica que permitía la comprensión y la resolución adecuadas de circunstancias y compromisos, de acuerdo a objetivos ligados a la ética; es decir, que se tomaban decisiones dirigidas a precautelar lo que era considerado valioso.
Cuánta falta nos hace la prudencia y su estudio, que debería ser adquirido en la escuela. De hecho, en su calidad de virtud para el actuar justo, se convierte en uno de los elementos estructurantes de la formación ciudadana, pero es posible que en la escuela no se logre vislumbrar adecuadamente las conexiones entre la formación de valores y la formación política, cuando la formación en valores normalmente es endilgada a la familia o a los espacios privados.
Y hablando de política, que no es solo la actividad que realizan los políticos, sino la actividad que realizamos todos por el hecho de pertenecer y aportar directa o indirectamente en una comunidad de personas, qué falta que nos hace a todos la prudencia. Lo hemos visto en esta crisis, las autoridades carecen de prudencia, y los y las ciudadanas lo mismo.
El manejo de la información en una comunidad hipercomunicada requiere de prudencia. Las fake news son una expresión de la falta de prudencia. La información oficial emitida como una superflua propaganda es una falta de prudencia.
Y frente a ello sostenemos que una explicación de estas carencias que como sociedad sobrellevamos puede estar en una discutible comprensión de la política como una técnica disponible para la consolidación del poder de la administración pública, y no como una pedagogía dispuesta para la interacción racional de los miembros de una comunidad.
Es momento de repensar qué significa la formación ciudadana, cómo reorientarla desde lo puramente cívico a la civilidad, y potenciar su relevancia en contextos de democracia complejizada. (O)
