Esa noche, los periodistas tuvieron que salir corriendo de la sede de campaña de Paco Moncayo para ir a buscar a Jorge Yunda. Algunas encuestadoras le daban hasta 7 puntos de ventaja al héroe del Cenepa, que al final remató tercero.

En Guayaquil, mientras tanto, Jimmy Jairala se sorprendía por la abrumadora victoria de Cynthia Viteri. La empresa que contrató le había cantado otros números. Y así se fueron despertando algunos “favoritos”, como Torres en Ambato, Tibán en Salcedo y Pérez en Cuenca. ¿Jairala realmente creía que ganaría? Uno de los problemas con las encuestadoras que dicen lo que el cliente quiere escuchar es que contribuyen al interminable desfile de candidatos que no robustece el modelo democrático.

Si el aspirante gana, aumenta la posibilidad de un contrato de larga duración que terminamos pagando los contribuyentes. Un funcionario obediente puede terminar comportándose como eterno candidato. Es la esencia del populismo: privilegiar la imagen personal a los intereses nacionales o locales. Y como todo se calcula, los partidos terminan lanzando candidatos “populares” pero sin experiencia.

Mientras tanto, otros tantean el mercado. La semana pasada un exasesor de un expresidente dijo en radio que el 55% de sus encuestados en Quito calificó a las protestas de octubre como una “manifestación legítima del pueblo”. Que el 44% tenía una buena impresión de la gestión del alcalde Yunda durante la asonada y que el dirigente indígena Leonidas Iza es el favorito en la intención de voto en la ciudad con el 34%. ¿Este personaje ya tiene cliente o busca quien encaje en su canto de sirena?

No hay invictos en este negocio. Uruguay acaba de vivir una elección más cerrada de lo esperado. A Bolsonaro le calculaban hasta 10 puntos menos de lo que sacó; al presidente mexicano, 20 puntos menos. Una tendencia reflejada en un sondeo de opinión no garantiza nada. El problema es cuando intencionalmente inflan o desinflan las cifras.

Hay profesionales honestos y capaces. Pero mientras se enfocan en la credibilidad de los gobernantes, la aceptación de los políticos y el rechazo a las instituciones, me pregunto si han preferido ignorar el evidente desgaste de su propia imagen. (O)