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“La del pavo”, tristemente, es un modismo amplia y socialmente aceptado que se utiliza para describir situaciones en que un hombre emborracha a una mujer para acceder a ella carnalmente sin su consentimiento; es decir, este hombre comete una violación sexual en contra de una mujer que no está en condiciones de consensuar el acto.
Aunque parezca tan abominable, estas actitudes están arraigadas, enraizadas y normalizadas en la sociedad y cultura ecuatorianas y son espejos del machismo y la cultura de la violación que nos rodean.
Estas son las palabras de Camila, una víctima de violación en estado de inconsciencia, después de tomar unos tragos en un entorno que ella consideró seguro porque, supuestamente, estaba con un amigo de hace algún tiempo: “Mi agresor, por el que jamás sentí atracción y con quien nunca he considerado tener una relación sentimental, insistía en llegar a la intimidad, yo le pedía que no me toque, que se aleje, que me deje descansar.
Al día siguiente me desperté desnuda y botada en el suelo, en una habitación de la casa de mi agresor. Era todo tan confuso que mi primer pensamiento fue de culpa y vergüenza. En esta sociedad machista, las mujeres no tenemos el mismo derecho que un hombre a tomarnos un trago con tranquilidad.
Si te violan, si te abusan, ‘es tu culpa por haberte emborrachado, por haber bebido demás, por puta, por zorra’; pero no es culpa del violador porque, ‘pobrecito, estaba borracho, no se acuerda de nada’. Son tantas las historias parecidas que conozco, que me pregunto si habrá un solo lugar, una sola situación en la que no estemos expuestas al peligro y al abuso.
También estoy cansada de que seamos nosotras, las víctimas, las que tengamos que guardar silencio, las que tengamos que tener miedo a las represalias, a las amenazas, a ser revictimizadas por nuestros agresores y por la sociedad que, al cerrar filas en torno a ellos, acepta la violencia con naturalidad y hasta la justifica.
Quiero dejar sentado que antes de decidirme a hacer pública mi denuncia en este espacio, recibí amenazas de mis agresores que ahora se dicen víctimas, perseguidos, acorralados, señalados.
¿Hasta cuándo estos oscuros actos se mantendrán en la más absoluta impunidad?”. (O)
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