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El Telégrafo
Christoph Strack

Los dos papas

15 de enero de 2020 - 00:00

No pocos teólogos han reaccionado atónitos ante el último aporte de Joseph Ratzinger. El papa emérito de 92 años ha intervenido en un debate sobre el que la Iglesia mundial espera un documento de Francisco, el actual papa.

Ratzinger se manifiesta en contra de cualquier ablandamiento del celibato sacerdotal. Y no ha mostrado su preocupación al respecto en una conversación privada con su sucesor. No. Ratzinger toma postura en un libro que publicará este febrero junto al cardenal ultraconservador Robert Sarah, crítico constante de cada reforma eclesiástica.

La portada del libro muestra una confusión suficiente para dividir (aún más) a la Iglesia católica. Los nombres de los autores son “Benedicto XVI” y el cardenal Robert Sarah. La foto muestra a Ratzinger con atuendo papal. ¿No había renunciado? Pues sí. Quien habla junto a Sarah es un anciano clérigo con muchos méritos teológicos, que dejó de ser Benedicto XVI el 28 de febrero de 2013.

Ahora bien, “alejado del mundo” no significa “en silencio”, es algo que se sabe hace mucho. Y entre más tiempo pasa, más evidente se hace que, desde ese retiro de oración, se están moviendo hilos.

En el mejor de los casos, Ratzinger ha sido instrumentalizado por personas cercanas a él, entre quienes se cuenta, entre otros, el arzobispo alemán Georg Ganswein, prefecto de la Casa Pontificia de la Santa Sede y secretario personal del papa emérito. En el peor de los casos, el nonagenario expapa impulsa conscientemente una corriente en contra de su sucesor.

Con su última declaración, Ratzinger aumenta la presión sobre su sucesor. Francisco, que rara vez visita las habitaciones de su predecesor, ocasionalmente hablaba de él, casi 10 años mayor, como un abuelo. “Siento la tradición de la Iglesia, y esta tradición no es un objeto de museo”, decía Francisco.

A los que todavía añoran a un papa del talante de Benedicto (y no son pocos en el centro de la Iglesia) les gusta señalar que Francisco permite que Ratzinger haga declaraciones públicas, que no las ha prohibido. Pero justo ese paso, un veredicto contra su predecesor, sería un festín para aquellos cardenales, obispos y teólogos que cuestionan abiertamente la autoridad del tan humano y a veces teológicamente libre Francisco. (O)

* Tomado de DW

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