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El Telégrafo
Wilfrido Muñoz Cruz

Oferta y demagogia…

18 de septiembre de 2020 - 00:00

En época de campaña hay una palabra que se repite con frecuencia por actores que desconocen el concepto, pero que lo asumen como propia vivencia. “Pobreza, es un signo evidente del mal funcionamiento de la sociedad”.

La revolución está de moda, es el nuevo invento, una oferta casi irresistible, hablan de un futuro decente, de un pasado terrible que ellos lo harán diferente. La solución tienen algunos desubicados que van por los partidos políticos y en cada elección apuntan a algo; sin definición ideológica en un hibrido de intereses. En otro artículo lo llame “travestismo político”.

Como referencia, cada modelo económico está basado en esquemas y matrices que funcionan en unos casos y en otros no aplican. La pobreza sigue figurando con cifras alarmantes en varios países del mundo, así que no se den golpes de pecho. Se ha perdido la sensibilidad y humanismo a costa de la miseria de muchos.

Con el coronavirus y luego de él, debe surgir un nuevo sistema económico, que no sea una teoría peregrina, que rompa la inercia de la pobreza y busque la prosperidad en forma justa y armónica con el planeta, definir las necesidades básicas humanas sin las cuales no hay bienestar (comida, agua, energía, sanidad, educación, igualdad,).

Los economistas seguimos llamando nivel de vida, a lo que en realidad se debería considerar nivel de consumo, medimos a las personas por lo que tienen y eso es infame, pues muchos no tienen ni su documento de identidad.

La corrupción está develada y sería importante omitir los discursos para combatirla, cuando varios forman parte de su estructura. Olvídense de recalcar que somos un país pobre, estamos empobrecido por algunos mafiosos, indolentes e incompetentes que han desangrado y lucrado. Ojalá los políticos no crean que a los pobres les encanta comer promesas. Cuidado y el hartazgo popular les sorprende.

Aunque hay gente que se deja contagiar de tanta verborrea barata, debemos estar atentos y discernir, como alega Mario Vargas Llosa, “[…] estar vivos hasta el final, no morirse en vida, no perder las ilusiones […]”, no podemos renunciar a movilizar nuestros pensamientos, a vivir en libertad, sin miedos.

 

 

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