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Las crisis de la institucionalidad en gran parte de los países de América Latina se han exacerbado en estos últimos tiempos. Desde hace un año se observaron ya graves incidentes sociales y políticos en las calles de nuestro continente. Al parecer, son el reflejo de una debilidad constante del modelo de representatividad democrática que ha minado el sistema político en el cual elegimos vivir.
Las instituciones del Estado han sido las más afectadas con esta crisis de legitimidad y de representatividad. Este trance significa básicamente que el modelo de Estado, democracia y de sus instituciones no representan a la sociedad y la sociedad no cree en estas estructuras. Al parecer, también, la pandemia trajo de la mano un duro golpe a las instituciones de nuestra sociedad. Sin embargo, y ahí aparece una contradicción que hemos sido testigos, hemos visto que las instituciones púbicas de los Estados han sido las que han enfrentado y enfrentan todos los efectos traídos por la pandemia en lo sanitario, en lo económico y en lo social.
Hace pocos días en un país hermano con un desarrollo económico reconocido en la región y con instituciones que al parecer estaban con cimientos fuertes, por un artículo de su Constitución se depuso a su presidente, alegando falta de probidad moral, asumió el cargo del país el presidente del Congreso, en funciones duró seis días y luego fue nombrado un cuarto presidente en el mismo periodo presidencial de un quinquenio. Desde hace varias décadas se verifica que ningún presidente de ese país ha salido bien. Sin duda, esto también es una clara muestra de la debilidad de la democracia que tiene nuestros países.
La democracia no está funcionando como se pensó, el sistema de partidos está destrozado. ¿Qué es lo que pasa con esta crisis de la política? es la pregunta que todos nos hacemos. Como hipótesis coloco que desde que finalizó la Guerra Fría al parecer el discurso de los políticos perdieron fondo y sustento, las izquierdas y las derechas han dado paso a la “no política”, inclusive al aparecimiento de partidos y representantes fascistas y populistas que están presentes en la nueva cartografía del poder de nuestros países.
Hay la necesidad recomponer la calidad de la política y de un proyecto de país. Hay que reconstituir una democracia y los partidos políticos, hay que legislar con el proyecto país y no con los intereses de grupo y personales. Hay que renovar las instituciones del Estado. No podemos colocar a representantes que debiliten más aún las instituciones que tenemos en nuestros Estados. La clase política no puede estar solamente de acuerdo en los privilegios que ellos tienen, se debe construir nuevos proyectos de país, mejorar la educación es clave para mejorar la política para que prime la razón, la ética, los principios sociales, la democracia, un proyecto de largo plazo. Estos tiempos de incertidumbres, de miedos con las catástrofes que vivimos es fundamental las buenas ideas y tenemos que colocar como base el legado de nuestra historia como región y como país y ubicarnos a la altura de lo que somos como región, con ese devenir de una sociedad milenaria, que correspondamos con lo que hicieron nuestros próceres y sus principios para proyectar le futuro de una región sólida, democrática y libre.
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