Con el neologismo de la neonatocracia –gobierno de los recién nacidos– el argot universal ahora los conoce como los millennials. Esta generación comprende a todos los nacidos entre 1980 y 1999. En cambio, a los nacidos entre 1945 y 1964 se los conoce como baby boomers. La neonatocracia se nutrió de los últimos 10 años de la década perdida...
Universidades y la administración pública implementaron un recambio generacional. Sacaron a los viejos (baby boomers) y llenaron las vacantes con jóvenes (millennials). La revista centenaria Time catalogó a estos últimos como la generación del yo-yo-yo. La caracterizó como una generación narcisista, egocéntrica y cómoda.
Esa caracterización se resume en la anécdota de aquel joven (25) diputado ecologista de Nueva Zelanda, que, trató de minimizar la propuesta de un diputado mayor (70) diciéndole “¡OK, boomer!”, o sea “cállate, viejo”. Esos recién nacidos a la vida pública creen que por el hecho de ser jóvenes tienen toda la razón. En nuestro ejemplo, se ataca la edad del diputado boomer y no al argumento.
“¡OK, boomer!” es lo que le respondería un millennial, por ejemplo, a su profesor de literatura, si se le ocurriera explicar que García Márquez no debe ser considerado ni machista ni clasista.
El tan publicitado cambio generacional de la última década perdida, hoy lo estamos viviendo en sus consecuencias. Ecuador fue planificado por equipos técnico- políticos, conformados por millennials, que pensaron que el diseño de las políticas públicas era la sumatoria de papers desarrollados en las universidades extranjeras.
La neonatocracia añora a un líder populista que les siga dando becas sin futuro; departamentos de lujo impagos; autos de lujo que nunca los podrán acabar de pagar. Lo importante para los millennials es el disfrute inmediato. La neonatocracia saltó de la termocuna al ministerio. Ecuador es muy poco para ellos. (O)
