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El Telégrafo

Necesidad de una transición productiva

10 de agosto de 2011 - 00:00

El momento histórico que atraviesa América Latina plantea retos de alcance suficientes como para reformular el usual paradigma de desarrollo (crecer en términos económicos, y en el mejor de los casos con distribución).

La necesidad de trascender hacia un concepto y práctica más amplios de sustentabilidad o Buen Vivir es apremiante. Los problemas esenciales del desarrollo (o del pésimo desarrollo) tienen tres expresiones. Estas son el crecimiento económico, la asignación del ingreso (distribución y redistribución) y la escala, es decir las implicaciones de ese crecimiento y de esa asignación –expresiones del sistema económico– para  las poblaciones y los sistemas naturales.

La urgencia de generar estrategias adecuadas de transición productiva, que consideren un nuevo sujeto social responsable de sus acciones y relaciones con la naturaleza, es tanto o más necesario que la nueva visión de la sustentabilidad.

En esta transición la actividad extractiva debe perder importancia productiva, para romper con las trampas de pobreza, inequidad y dependencia. 

La dependencia de la actividad extractiva se refleja en la composición de los flujos de inversión extranjera directa (IED). De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en  2010, en América del Sur, la composición de las inversiones muestra que los sectores con mayor recepción de IED fueron los recursos naturales con un 43%.

En comparación con el período 2005-2009, en 2010 hay un mayor peso de los recursos naturales, lo que muestra una tendencia a la “primarización” de la IED, según la Cepal.

Para vencer la poderosa inercia del pasado es preciso impulsar el proceso de transición hacia la sustentabilidad desde el ámbito académico, desde la función pública y desde los mecanismos regionales de cooperación. América Latina dispone de centros de investigación y unidades académicas especializadas, capaces de contribuir a dotar de la integralidad requerida a la política pública.

Esta capacidad instalada puede, además, articular la transición hacia la sustentabilidad, como ya lo hizo al mediar el siglo XX (la sustitución de importaciones), cuando definió una estrategia de acumulación propia de la región, aunque inconclusa.

La integración latinoamericana será decisiva para la transición. Una integración que incorpore a la naturaleza. El Norte depende cada vez más del Sur, pero contribuye a destruirlo importando camarones, petróleo o metales. Al mismo tiempo, de forma paradójica, exhorta a la conservación de los manglares, de los bosques y los páramos. La nueva integración latinoamericana debe construirse con los pueblos y en plena armonía con el medio ambiente.

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