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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

Navidad en Nicaragua

22 de diciembre de 2022 - 00:00

¿Cómo será la noche de Navidad del obispo nicaragüense Rolando Álvarez? Mientras el dictadorzuelo Daniel Ortega cenará pavo y bebidas espirituosas importadas en La Casa de presidencial Casa Naranja, el obispo dormirá en una celda oscura y húmeda. Tendrá, como cena habitual, un mendrugo de pan y agua. Ortega en cama con guardaespaldas.

Así como Herodes persiguió al hijo de María y José, el obispo Álvarez ha sido perseguido por el poder socialista de Daniel Ortega. El pastor católico se halla en soledad porque ni el Papa Francisco le ha respaldado. Desde el Vaticano el Sumo Pontífice tan solo se ha limitado a expresar “su preocupación y dolor por la situación en Nicaragua y a pedir un diálogo abierto y sincero para que se puedan encontrar la bases para una convivencia respetuosa y pacífica”. Per, ninguna referencia al sacerdote Álvarez.

El mundo católico esperaba una posición más firme y frontal para salir al encuentro de los poderes omnímodos del régimen socialista y corrupto que controla la Justicia, la asamblea, la policía o la función electoral. Antaño por los setenta, cuando el dictador Somoza fue derrocado por la revolución sandinista, nunca imaginamos que de sus cenizas iba a emerger un monstruo más peligroso nacido del mismísimo sandinismo. Ese reptil era Daniel Ortega, hijo del sandinismo e inoculado por la dinastía Somoza.

El poema de Ernesto Cardenal evoca la figura de los déspotas que suben como la espuma egocéntrica, Somoza desveliza la estatua de Somoza en el Estadio de Somoza:

No es que yo crea que el pueblo me erigió esta estatua/ porque yo sé mejor que vosotros que la ordené yo mismo./ Ni tampoco que pretenda pasar con ella a la posteridad/porque yo sé que el pueblo la derribará un día./ Ni que haya querido erigirme a mí mismo en vida/el monumento que muerto no me erigiréis vosotros:/ sino que erigí esta estatua porque sé que la odiáis.

Pero en un segundo tempo, a esos dictadores siempre les tocará vivir lo descrito en el poema de Gloria Fuertes Se suicidó la estatua del dictador.

Se suicidó/ la estatua del dictador./La estatua vivía en el centro del estanque./ Una noche de viento/la estatua se lanzó al agua./ La estatua del dictador/murió ahogada.

Somoza cayó en una emboscada sandinista cuando vivía su exilio en Paraguay. De nada le sirvió los mil millones de dólares que escamoteó al tesoro nacional. Daniel Ortega heredó el miedo somocista que hace el pasajero presidente encarcele o elimine a sus opositores para erigirse en el líder centroamericano supremo, eterno.

La noche de Navidad en Managua para Daniel Ortega será más gélida que la celda del obispo Rolando Álvarez. 

Ni el calor de los burros y las vacas socialistas de Cuba, Bolivia, Venezuela, Perú, Colombia le librarán de la muerte cercana del tirano.

La navidad de Ortega la pasará junto al cadáver viviente de Rosario Murillo. Una momia maloliente, que dicen sostiene el poder gracias a los ritos satánicos del vudú.

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