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El Telégrafo
Fausto Segovia

Mundo, demonio y carne

26 de febrero de 2020 - 00:00

Casi todo el mundo se mojó en tiempos de carnaval. La gente cantó y bailó, comió y bebió y... después, por así determinarlo el calendario, el miércoles –un día como hoy- se acerca meditabundo, arrepentido y contrito, a recibir la... ceniza. Es que la vida es un verdadero carnaval.

El carnaval en el Ecuador y varias partes del mundo comienza con el jolgorio, el desenfreno y la fiesta que, en ocasiones, termina en bacanales. El carnaval es una expresión de la cultura, y luego del sobresalto caemos convertidos en ceniza, al acordarnos que somos de carne y hueso: “de polvo eres y en polvo te convertirás...”

El carnaval no es una fiesta ecuatoriana, es universal. Al principio fueron los romanos que establecieron las saturnalias en las que había licor, comida y mucho más. Luego estas fiestas se cristianizaron y llegaron a tales excesos, que los santos varones tuvieron una idea genial: crearon un día para el arrepentimiento general. Y surgió el Miércoles de Ceniza, con el objetivo de obtener el perdón, lo que marca el primer día de la Cuaresma católica.

Previo al gran día del perdón la gente se preparó para la gran jarana del año. Vimos en directo los carnavales cariocas y de otras latitudes, en los cuales se dio rienda suelta al “mundo, demonio y carne”. El ritmo y la policromía se combinaron con lo fastuoso y espectacular. Ríos de gente con lentejuelas y brillos escandalosos compitieron por un galardón, y según otros como catarsis ante los problemas del mundo occidental, el cambio climático y la crisis del coronavirus.

Aquí, en cambio, el carnaval es húmedo. ¡Qué paradoja! El problema es tan grave que ciertas autoridades amenazaron suspender el “fluido” si no termina el carnaval con agua. Pero no está prohibida la polvera con talco o máchica, como en Guaranda y Amaguaña. En cambio, con los ambateños es diferente: ellos juegan con flores y frutas en corsos y desfiles. Han propuesto un carnaval supuestamente civilizado.

Las carnestolendas llegaron y no hay más remedio que mirar el horizonte con optimismo, porque la vida, en cierto modo, es un carnaval. ¿No es cierto J.J.? Y que los políticos pidan perdón por tanta corrupción andante. (O)

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