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El Telégrafo
Alicia Galárraga

Mujer, ciudadana de segunda

27 de septiembre de 2020 - 00:00

Es la mañana del viernes 25 de septiembre del 2020 y las redes sociales se inundan con la noticia sobre el veto total al Código Orgánico de la Salud por parte del Presidente Lenín Moreno.

Leo la noticia y un estremecimiento profundo me recorre todo el cuerpo, las lágrimas caen copiosamente por mi rostro y no hago nada para detenerlas. Miro mi brazo y tengo la piel de gallina. A la par, un nudo en la garganta y un peso en el pecho me imposibilitan respirar con facilidad: en Ecuador, el 15,6% de niñas y mujeres gestantes seguirán muriendo a causa de abortos clandestinos y siete niñas, entre diez y catorce años, parirán diariamente producto de violaciones, porque ninguna niña se embaraza con su consentimiento. Paradójicamente, el 26 de septiembre es el Día Mundial de Prevención del Embarazo en Adolescentes.

¿No es revictimización que una niña o una mujer, a más de estar en estado de gestación en contra de su voluntad, pueda terminar presa por atreverse a elegir?

¿Cómo se justifica que un médico se abstenga de atender a una niña o a una mujer que llega con un aborto en curso porque él presume que es un aborto provocado y que además tenga la potestad de entregarla a las autoridades para ser judicializada?

Las mujeres que deciden abortar seguirán siendo atendidas en carnicerías donde se aplican procedimientos inseguros e insalubres y donde los médicos y sus ayudantes las amedrentan: “no grites, debiste pensar antes de abrir las piernas”, ¡maldita superioridad moral!

En un país que ocupa el tercer puesto en Latinoamérica en embarazos a temprana edad (el 49,3% en mujeres adolescentes y hasta de 19 años según datos del INEC, Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos) es inaudito que desde el Estado se ignore el problema y que no se articulen políticas que frenen estas cifras desoladoras.

El veto presidencial implica que en un año no se pueda volver a tratar el Código Orgánico de la Salud. Es decir, todavía morirán más niñas y mujeres sin ser atendidas en un aborto en curso, todavía la moral y la religión seguirán pisoteándonos a las mujeres y estarán por encima de nuestros derechos civiles y libertades.

No quiero este país para mis hijas. Me niego a heredarles una nación que las considera de segunda y desechables. (O)  

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