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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Minería y pobreza

01 de agosto de 2019 - 00:00

En los últimos quinientos años se ha desarrollado la voracidad por los recursos mineros usados para fabricar dinero, respaldos de capital, tecnología y mover máquinas para producir energía. Siglos de explotación minera solo han dejado riqueza concentrada en las empresas e imperios que han promovido el extractivismo, y pobreza en los países donde se encuentran los yacimientos.

La prueba más indiscutible de que la minería produce pobreza y violencia, se encuentra en nuestra historia colonial: casi tres siglos de explotación de las minas de Potosí, solo sirvieron para que esa riqueza impulsara el poder de Europa y se estableciera en Hispanoamérica el modelo de dependencia. Entre el siglo XVI y XVII se extrajeron de las minas de Potosí el equivalente a miles de millones de las monedas internacionales actuales, sin embargo, Bolivia, hasta bien avanzado el siglo XX, fue uno de los países más pobres de América Latina.

Chile ha mantenido una economía basada en la explotación de cobre, y a pesar de aquello, es uno de los países más desiguales del mundo, uno de los pocos donde la educación superior no es gratuita. El petróleo es la base de la economía de Ecuador y Venezuela, dos países que no han podido superar su dependencia y problemas estructurales.

Además de pobreza, la minería provoca destrucción y contaminación, afectando la naturaleza que experimenta actualmente un proceso de cambio climático, agravado por las actividades humanas. Los mineros del siglo XVI no comprendían la realidad ecológica, nosotros sí, y aún en conocimiento pleno, amenazamos el equilibrio de la Tierra. Sin aprendizaje alguno, Ecuador busca hoy repetir la tragedia de la minería a cielo abierto, al mismo tiempo que la minería ilegal desaforada crece sin posibilidad alguna de control y regulación.

Si de algo tenemos certeza los latinoamericanos, es que las ganancias de la minería beneficiaron en el pasado a los imperios y hoy favorecerán a las transnacionales, las mismas que ejercen el poder fáctico mundial. No quedan dudas de que la mayor parte de la ganancia generada por la extracción minera metálica en Ecuador no se quedará aquí, y la que ingresará servirá para pagar deuda externa.

Ecuador solo será el pasamano para transformar nuestras montañas en metal, y el metal en mercancía para provecho de las corporaciones aliadas con los centros industriales del mundo. (O)

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