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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Gracias por ignorarme

09 de septiembre de 2019 - 00:00

La semana anterior les presenté el problema de nuestra sociedad como agente depresor y estresante desde una sola visión. Desde el intento de acercamiento de clase media-trabajadora que mira a una realidad que le es impropia: mendicidad, venta ambulante, delincuencia. Pero nadie se acerca ni sabe bien cómo hablan los sin voz, los “parias”, los desprotegidos. A lo mucho les vemos como “un problema social”, al que el más agraciado le dice: “Hola, no tengo suelto (sencillo)”.

Ojalá este escrito llegue a manos de los que están en el sol canicular vendiendo caramelos junto a su pequeño, para conseguir el valor de lo que cuesta el día en un motel de mala muerte. O para los que no consiguen para el hotel y les toca pasar fuera, en las noches frías.

Así, en cada esquina hay una madre con un niño en un brazo y el otro extendido a ver si caen diez centavos. Algunos refugiados (llamados así, y no migrantes, por haber huido del desastre venezolano) caminaron por 23 días para llegar.

No entienden aquí, los ecuatorianos, que venimos escapando de una hecatombe social. Creen que estamos mendigando, saliendo como podemos porque fue nuestra decisión ser un poco miserables. La gran ayuda que nos está dando su gobierno es la broma de la visa para poder conseguir un trabajo regulado, para luego entrar a competir con ustedes que también están desempleados.

Entonces quedamos en lo mismo que nada, debajo de su clase baja más necesitada, de la cual los políticos solo se acuerdan en las épocas que eligen presidente y el resto del tiempo la tienen abandonada. Pero estamos agradecidos por habernos recibido como invitados y también estamos agradecidos cuando nos dan o nos ignoran.

Pero sí existen ecuatorianos que estamos pensando en que una vez que un venezolano entra a Ecuador, ya es de aquí. No es un invitado ni huésped. Nos falta mucho a los seres humanos para aprender que la tierra no es de nadie más que de quien la cuida, la trabaja, paga o hace esfuerzos por ella, y no de quien la gobierna o la roba. (O)

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