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El Telégrafo
Duglas Rangel Donoso

La luz y el virus

12 de mayo de 2020 - 00:00

Todo se está moviendo. Lo incierto es que todos no están seguros de su seguridad. La luz es tenue, se desvía donde no podemos ver su claridad. Las velas que hemos encendido para alumbrar el camino se apagan y se encienden después de algunas lunas y desiertos. El sol llora nuestro destino, el mar ha calentado sus aguas para que desaparezcan todos los peces.

 La oscuridad del virus es su propia luz. El virus ya se está yendo y lo acompañan en su despedida el canto de los muertos que se fueron y el de los muertos de miedo que se quedan arrastrando sus cruces. Es una oscuridad grande que viene para que luego regrese la luz. Lo que viene es grande para la humanidad, pero necesita oscuridad para no extraviarse ni perderse en los senderos. Siempre después de la oscuridad está la luz. Somos seres de luz perdiendo la luz. Solo aquellos que encuentran la luz dentro de sí mismos encenderán la luz de quienes dejaron apagar la luz.

Los que recuperan la luz ayudarán a quienes vendieron a la desesperanza su claridad. El virus es oscuridad. Ha venido a robar nuestra luz. Hay que recuperar la luz. La oscuridad no solo es el contagio sino también perder la luz. Perder la claridad.

La luz no está en los poderosos. La luz está en nosotros mismos. Los poderosos sufren el contagio y la oscuridad. Nosotros el resto podemos tener el contagio, pero estamos libres de la oscuridad. La luz es lo único que nos libera del virus. El virus es oscuridad y surge de lo oscuro.

Sin fuego encendido dentro de nosotros, el virus se irá y regresará y así en la rueda de la fortuna. El fuego nunca se va. Somos hijos del sol. Somos la continuidad del fuego sagrado con el cual surgieron soles y galaxias y mundos y más mundos. No temamos: la luz es invencible. Siempre está aquí. Fuego, claridad y luz es lo mismo.

No perdamos la luz y jamás perderemos la vida. Somos hijos de la luz, somos los continuadores del fuego del cual nació Dios. Dios no es eterno, el fuego es eterno. El fuego eterno es la existencia eterna de Dios. (O)

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