La teoría de la evolución habla del eslabón perdido, refiriéndose al fósil transicional entre homínido y simio. Pero el verdadero eslabón perdido ya no es ese. Actualmente el registro de fósiles es más extenso que hace 150 años, cuando Darwin formuló su teoría.

La característica humana que la evolución no puede explicar es el lenguaje humano. Primero, por la anatomía. ¿Alguna vez te has atorado? Uno puede morir si un objeto obstruye la respiración y no logra expulsarlo. Para eso existe la maniobra Heimlich. Colócate detrás de la víctima, abrázala por debajo de sus axilas y une tus manos a la altura del centro de su tronco, entre el pecho y el abdomen. Aprieta fuerte hasta que la víctima escupa.

Si uno trata de hablar mientras está comiendo, se va a atorar. Esto no ocurre en los animales, porque no hablan. Tienen un lenguaje, sin duda, pero no como el humano. Ahora bien, una evolución ciega no podía haber puesto el aparato fonador, con cuerdas vocales, en un simio prehomínido. Era una desventaja, a menos que el paquete haya venido completo, con la facultad del lenguaje.

Segundo, el lenguaje no pudo aparecer por etapas, por imitación, como creían los conductistas en los años 30. Chomsky (1957 y 1965) demostró que eso era imposible. Y lo ilustró con la parábola del extraterrestre, ET. Supongamos que un ET llega a la Tierra y analiza a los humanos. Descubre, entre otras, tres capacidades humanas: la psicomotricidad, el lenguaje y la física nuclear.

Las dos primeras poseen todos, o casi todos porque hay personas con discapacidades. Pero la física nuclear solo comparte un mínimo de la población. Requiere bases matemáticas y años de estudios.

¿Es más compleja la física nuclear? No. La gramática española es tan complicada como la física nuclear. Por lo tanto, el lenguaje es como la psicomotricidad: no se aprende. Venimos con el “chip”. El medio, el intercambio de sonidos con otros humanos, activa ese “chip”. (O)