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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

Larga vida a la ¡República Vive!

23 de diciembre de 2020 - 00:00

Durante todo el correato las redes se convirtieron en un canal de desfogue para la impotencia, la indignación, de la rabia o de la ira… Como toda catarsis, los feisbuqueros y los tuiteros vivieron como un hecho real el castigo moral dado en redes a los corruptos. Era como si al publicar un meme, una fotografía o una anécdota en las páginas virtuales, los hechos delincuenciales eran ya sentenciados a vista de todo el país. Fue obvio que los delincuentes revolucionarios nunca se inmutaron ni frenaron en su afán desmedido de latrocinio y abuso. Lastimosamente las redes no han logrado impactar en la conciencia ciudadana para promover una efectiva participación.

En las redes, la acción política se ve pasmada. Este fenómeno puede darse porque las redes no generan más que adicción, depresión y desocialización tal y como lo describe el sociólogo estadounidense Jean Twenge.

Si volvemos la mirada a la concepción de la democracia en Grecia, por ejemplo, para Aristóteles, los gobernantes eran elegidos en el Ágora. Eran seleccionados entre los más capaces e instruidos. Pero a más de ello, todo ciudadano tenía el derecho a presentarse como candidato, pero demostrando a más de su voluntad, su idoneidad para desenvolverse con responsabilidad, honestidad y honradez en el manejo de la cosa pública.

La democracia ecuatoriana parecería que no exige ni compromiso, menos aún se espera que los candidatos demuestren su voluntad de servir a la comunidad. Los partidos políticos tampoco exigen hojas de vida que demuestren mérito ni virtud excepcional para administrar los destinos de la patria. Basta con demostrar lealtad al caudillo y sometimiento a las órdenes emanadas desde el buró político también llamado bloque. No podían encontrar mejor nombre que el de bloque…

Rompiendo esta lógica atávica, en días pasados fui invitado a participar como observador, en una reunión de ciudadanos preocupados por la coyuntura electoral. El objetivo, analizar los probables escenarios apocalípticos a los que se puede enfrentar la nación y buscar cuál debería ser la estrategia para cambiar el curso de las aguas que pueden llevarnos a un torbellino.

Larga vida a la ¡República Vive! Ojalá vayan sumándose un mayor número de ecuatorianos para hacer que la democracia se fortalezca. De no hacerlo, el totalitarismo y la corrupción se llevarán en carretilla lo que queda de país.

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