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El Telégrafo
Fander Falconí

La tendencia actual es no callar más

01 de noviembre de 2017 - 00:00

En muchos aspectos, el ser humano actual está muy lejos de su antepasado cavernícola. Por desgracia, ciertas posiciones machistas apenas han cambiado en buena parte del mundo. Las relaciones de poder, y las desigualdades de toda índole (oportunidades, opciones, salariales) entre hombres y mujeres continúan incidiendo en la perpetuación del dominio masculino.

Súmese a eso la idea errada de la ‘estrella de cine’, frente a la realidad de la carrera artística. Esa incomprensión llevó a Marilyn Monroe al suicidio, hace medio siglo. Los escándalos sobre abuso sexual recientes en Estados Unidos, contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein, están destapando antiguos abusos. El último es el del actor Tony Rapp, de 46 años, que acaba de denunciar un intento de violación ocurrido hace 30 años. El abusador fue nada menos que Kevin Spacey, quien hace el papel de presidente en House of Cards, la serie política de ficción más famosa de Netflix.

El caso Weinstein se hizo famoso, porque en todo el mundo los aficionados al cine se fijan en los créditos de las películas. La enorme W en blanco y negro es por demás conocida. Harvey Weinstein fue expulsado de la famosa Academia de Hollywood que entrega los premios Óscar. La caída del cineasta Weinstein envalentonó a algunas personas estadounidenses que han decidido hablar de casos anteriores. Se abrió una red de denuncias para sobrevivientes de violencia sexual con el hashtag #MeToo (yo también). La línea telefónica de ayuda a víctimas más usada en Estados Unidos reveló que las denuncias han aumentado 21% estos días. Así informa el polémico diario británico The Guardian.

No es un fenómeno nuevo. Cada vez que hay un caso famoso, la gente se siente más confiada. Si un poderoso cae, el público razona que al fin se está acabando la impunidad. Así pasó con el actor Bill Cosby y con el periodista Roger Ailes. Pero esta vez, la ciudadanía estadounidense está reaccionando más allá de lo usual. Se ha perdido el miedo porque hay más organizaciones que brindan apoyo y se confía más en la justicia al ver presos a más personajes influyentes. Además, hay otro fenómeno.

Las formas de defenderse del acoso sexual también están cambiando. Las mujeres estadounidenses están sustituyendo el rumor y la denuncia esporádica por estrategias asentadas en la tecnología. El proyecto ‘Coro Silencioso’, por ejemplo, recepta denuncias de casos que no se resolvieron y levanta fichas de los impunes, para alertar a las demás mujeres. Otra iniciativa, Calisto, es una aplicación que conecta a las víctimas del mismo abusador. No falta una organización que informa a posibles empleadores, como una central de riesgos, para que no contrate a los abusadores.  

Lo que sucede en Estados Unidos, incluso en las más altas esferas políticas (cabe recordar las acusaciones durante la campaña presidencial 2016), tiene diferencias, pero también similitudes con lo que está pasando en Ecuador. Lo importante en ambos países es que no quede impune ningún caso y que se ayude a las víctimas a rehacer sus vidas. Aquí hemos sufrido más, porque las víctimas han sido menores de edad. La prevención es importante y debe reforzarse. (O)

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