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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

La llegada y el Abuelo Zenón

25 de noviembre de 2015 - 00:00

Nuestra llegada a las playas de Portete (cantón Muisne, provincia de Esmeraldas), el pasado 14 de noviembre, más allá de repetir el simbolismo de los 462 años de esa huida liberadora con el viaje nacional en reversa, porque llegamos de todos los asentamientos afroecuatorianos.

Esa jornada de emotiva recordación nos obliga a entenderla desde la historicidad, o sea de aquello que la profesora Lidia Girola, de la UNAM, considera como “algo que no está definido de una vez y para siempre sino que ‘se está haciendo’”, revista Sociológica, año 26, Nº 73, pp. 17-18. Para este jazzman es la ‘perpetuidad finita’ de una resistencia cambiante con los tiempos políticos y culturales; es la dialéctica del cimarronismo afroamericano. Y se reparte el manifiesto de la oralidad escrito en el agua larga (labour song) cotidiana de las comunidades rurales y urbanas, dicho con la filosofía del Abuelo Zenón y en los escritos del maestro Juan García.

La organización de la desmemoria estructural por los Estados americanos disminuye el concepto de ciudadanía para 200 millones de afroamericanos, mujeres y hombres. Y es actitud (práctica de dominación sociopolítica) y aptitud (facultad para prolongar esa dominación) políticas de la sociedad mayor en garantizarse el monopolio favorable de las desigualdades. Tanto los programas educacionales primarios como los sistemas académicos prolongan, sostienen y mantienen esa desmemoria y, aunque parezca juego de palabras, también la sin memoria. Las Constituciones políticas de una parte de los países americanos están recargadas de alusiones a la diversidad cultural y étnica solo para negarla con alevosía en el mal vivir diario.

El Abuelo Zenón, voz de antes y de ahora, preocupado por lo que después vendría, el flujo migratorio de las familias negras del norte de Esmeraldas y del Valle del Chota, sentenció: “Cuando se habla de lo mucho que hemos perdido como pueblo afroecuatoriano, son pocos los que hablan de los bienes intangibles, pocos recuerdan que los bienes culturales, especialmente los que no se pueden ver, son los que dan forma y configuran los territorios ancestrales”. Entiéndase de una vez, el territorio es el espacio biofísico y de continuidad cultural, el desarraigo pesa demasiado en el inconsciente colectivo de la negritud. En esta jam-session no se piensa en Carl Jung, es lo que alguna vez expresó un comunero resumiendo sentimientos y legítimos resentimientos: “Con la pérdida de los territorios colectivos, se perdieron una infinidad de expresiones culturales que se practicaban y se ejercían en distintos lugares del territorio”.

El desarraigo cultural y físico de los pueblos afroamericanos, en este tiempo de refuerzo de las acciones de dominación política, es regresar a una diáspora de pérdida de definición cohesionadora de ‘ser ese pueblo’. La sabiduría del Abuelo Zenón completa la ecuación: las pérdidas culturales afectan también a quienes programan y ejecutan esos epistemicidios. (O)

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