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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

La cólera de Aquiles y las rapiñas

22 de octubre de 2020 - 00:00

“Canto ¡oh Musa! de Aquiles, hijo de Peleo, la cólera funesta que causó infinitos males a los griegos; que precipitó a los infiernos las almas valerosas de muchos héroes, y los hizo servir de pasto a los perros y a todas las aves de rapiña –así se cumplió la voluntad de Júpiter– desde que, por primera vez, separó una disputa al hijo de Atreo, jefe de los griegos y al divino Aquiles”. Así inician los primeros 15.693 versos de La Ilíada, porque Homero creía que su audiencia era más proclive a las historias de las batallas. El otro libro, también del siglo VII antes de Nuestra Era, que define la cultura Occidental es La Odisea, donde hay sirenas.

Friedrich Nietzsche, en su obra “El origen de la tragedia”, rescatará toda la fuerza del mito, como la única posibilidad de la existencia humana capaz de hacer superable el nihilismo y la muerte de Dios. Malinowski refiere que los mitos permiten expresar y realzar las creencias, y salvaguardar los preceptos de orden moral; gracias a ello la tradición adquiere mayor valor y prestigio, hasta lograr su fortaleza. “Permiten una evasión del tiempo real o la temporalidad existencial del ser humano con una realidad cruda y terrible: la muerte”.

Es que la historia no es lineal ni, como señala Claude Lévy-Strauss, debemos creer solo en la lógica formal. Mircea Eliade aporta con el concepto de “illo tempore”, es decir, “un tiempo pasado siempre presente”. En el libro “El mito del eterno retorno”, asume que “la mayoría de los mitos constituyen una historia ejemplar para la sociedad humana”. Eliade afirma que el mito es, pues, un elemento esencial de la civilización; lejos de ser una vana fábula, es, por el contrario, una realidad viviente a la que no se deja de recurrir… Mishel Meslin nos recuerda que merced al mito los humanos pueden hablar con los dioses y se lamenta que Homero no realizara una recopilación exhaustiva de los mitos porque –él también- pensó que su “público” era el patriarcal y guerrero. Siempre hace falta magia en un mundo donde hay más aves de rapiñas que Aquiles. (O)

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