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El Telégrafo
Juan Francisco Román

La caída de un titán

21 de septiembre de 2021 - 00:00

La idea del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social tenía un fundamento que se escuchaba bonito. Imagínense un equipo de ciudadanos eligiendo las más altas autoridades para evitar la intromisión de la mala política en estas designaciones. Al antiguo Congreso y ahora llamada Asamblea Nacional no le sobraban ejemplos nefastos para que se les quite esta capacidad.

Ahora vamos a la realidad. El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social nos ha dado una tremenda lección de nuestra triste historia. El Ecuador no sabe votar, los partidos políticos no quieren hacer política, nuestros impuestos siguen fugándose por la ventana de la corrupción y los corruptos son electos por quienes tienen la encomienda de protegernos.

Los he escuchado, con mucha atención a cada una de las intervenciones de los miembros de este poder del Estado, los escucho con tanta atención que cuando hablan me revuelco de las iras. Es notorio que cae en picada en cada una de sus decisiones. Y no, no es persecución política, es una realidad venida de mal en peor.

Ahora están amenazados con desaparecerlos ¡Qué vayan a las urnas y decidan su futuro! Dice el presidente. Pero bueno, eso no cambiará nada, el problema es estructural y necesita un tiempo enorme de generaciones para que el voto no sea una raya, más bien, sea una decisión pensada, consciente y con criterio.

No puedo dejar ir la elección del Defensor del Pueblo, la verdad simplemente no lo puedo dejar ir. Esta institución tiene un rol enorme en el sistema de contra pesos, hace las veces de tribunal de defensa al consumidor, como también tiene una actuación protagónica en la defensa de los derechos humanos. Su visión es esencial, su conocimiento es requerido, su finalidad es lógica, pero su efectivo trabajo ha sido nefasto. No podemos negar que los tentáculos de la política con agenda propia se adueñan cada día de una institución distinta.

Entonces un Consejo de Participación Ciudadana que evidentemente no ha demostrado más que de lo mismo, eligiendo a los altos funcionarios que deben super vigilar el cumplimiento del rol del Estado, defender sus intereses, terminaron siendo no más unos cuantos pelafustanes que no hicieron más que permitir lo que debían evitar.

La pregunta es ¿Y ahora quién debe elegir a estos personajes? Ya intentamos todo señores, ya hemos hecho todos los experimentos y seguimos en la misma decadencia, por más que reformen esa violentada Constitución una vez más.

Vuelvo a repetirlo, esto no es cuestión de reformas, el Consejo se va a ir, eso es evidente. Pero ¿Tenemos un plan bien pensado para poner a quién realmente debe estar ahí? ¿En nuestra sociedad existe un organismo que cumpla con los requisitos mínimos de ética, moral, conocimiento, amor por la patria, y buenas intenciones para elegir a estas autoridades? La respuesta es que no. Somos nosotros y seguiremos siendo nosotros quienes, en una caminata al eterno desastre seguimos reclamando cosas vanas y no nos sentamos a pedir lo esencial. Una política con escrúpulos.

La elección de Contralor, Defensor del Pueblo, Fiscal General, entre otros, no puede estar en las manos de nadie, porque somos imposibles. Derechas contra izquierdas, trabajadores contra empresarios, todos juntos y revueltos en una sola fanesca de odio. Hasta tanto, sigamos pagando impuestos. Los bolsillos de pocos, llenos con el esfuerzo de todos. Eso es lo que desemboca un sistema controlado aún por partidos que mantienen agenda de odio.

Esto no es cuestión del Consejo, es cuestión de estructura, y para esta estructura nuestra política nos queda debiendo. Perdón, nuestros políticos nos quedan debiendo.

Derrumben a un nuevo titán, le van a aparecer siete nuevas cabezas. La destitución del Defensor del Pueblo fue una vergüenza, por donde se lo vea, y me refiero al alcohólico con argumentos de alitas de pollo que se fue; ahora alguien evidentemente poco preparado en su sillón, hasta que alguien aparezca entre los apuros de la consulta y los desesperos del reparto.

No me queda más que patear la esperanza a quienes están en las aulas de escuelas y colegios. Esta generación está perdida de nuevo.

Derroquen al titán de una vez por todas, ese titán llamado corrupción.

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