Los datos de millones de ecuatorianos fueron filtrados. Un servidor de internet poco seguro, en Miami, Florida, de propiedad de la empresa ecuatoriana Novaestrat, tenía información privada de casi todos los ecuatorianos. Millones de nombres, números de cédula, teléfonos, información familiar, datos de cuentas bancarias e información tributaria fueron expuestos. En el mejor escenario, los datos se habrían vendido a empresas para que puedan crear perfiles de sus consumidores y mejorar las ventas. Pero no se descarta que la información se haya utilizado para actividades delictivas o para fortalecer el marketing político del Gobierno anterior, como dijo el secretario de Telecomunicaciones, Andrés Michelena.
Que el gobierno de Lenín Moreno no se haya percatado de que los datos estaban expuestos es gravísimo. El “descuido” demuestra la falta de preocupación por la información personal de los ecuatorianos. Pero es más grave que el gobierno de Rafael Correa haya centralizado los datos personales de los ecuatorianos como estrategia de propaganda política y, por qué no, para perseguir y acosar a sus detractores, una práctica propia de Correa y sus secuaces.
Aunque Novaestrat se fundó en 2017, su gerente -ahora detenido- y su presidente fueron funcionarios del correato. El primero fue director de investigación en el Banco Nacional de Fomento, de 2014 a 2016. El segundo, en 2014, fue analista de inteligencia en la Secretaría de Planificación y Desarrollo y asistente de información del Sistema Nacional de Información.
Michelena dijo que los datos se habrían sustraído de dos o tres instituciones públicas. Correa, desde el ático, se ha anticipado a decir que el gerente general de Novaestrat podría ser otro “testigo efectivo” en su contra. La filtración sería otro de los trapos sucios del correato. Parece que su eslogan “Que nos roben todo, menos la esperanza” incluía no solo el desfalco a las arcas públicas, sino la información personal de los ecuatorianos. (O)
