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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

La herencia árabe (2)

06 de noviembre de 2018 - 00:00

Revisando las palabras tomadas del árabe, vemos que eran palabras de civilización. Partes de ciudades que desconocían los europeos medievales, como alcantarillas. Sistema legal avanzado: alcalde (el juez), alcabala (el contrato), albacea (el testamento).

Ciencia como álgebra. Medicinas como alcanfor. La influencia árabe en nuestra lengua es tan fuerte que hasta desplaza a veces al latín. Un caso curioso es el de la aceituna. El artículo Al- está escondido. Por la fonotáctica del árabe medieval, si un sustantivo  empezaba con Z, el artículo AL perdía su L.

Caso típico es el de aceite (el óleo), ‘azait’ en árabe medieval. Su derivado, aceituna (la oliva) es ‘azaituna’ Sin la influencia árabe, el castellano hubiera seguido la corriente de otras lenguas europeas, llamando óleo al aceite y oliva a la aceituna. Aceite y óleo, en español, no son sinónimos idénticos. Cocinamos con aceite, mientras Miró pintaba al óleo.

Sonaría ridículo que yo cocine con óleo, peor que alguien pinte al aceite. Nadie dice que come olivas, aunque todos sepamos cuál árbol se llama olivo y digamos aceite de oliva. La dominación de una minoría árabe musulmana sobre una mayoría latina cristiana no solo coloreó el vocabulario del dialecto ibérico latino, llamado entonces mozárabe.  Moldeó las instituciones de la futura España.

El año 1000, el califato de Córdoba (Hilafat Qurtuba) era una potencia regional, que recibía tributos de los cuatro enclaves cristianos del norte de Iberia: reino de León, condado de Castilla, reino de Navarra y condado de Barcelona.

En su capital, Córdoba, había sabios musulmanes, cristianos y judíos, trabajando codo a codo. Libertad de religión que luego respetaría el rey cristiano Alfonso el Sabio, convirtiendo siglos después a Castilla en una  potencia.

Desgraciadamente, Isabel la Católica hizo lo contrario. Pero volvamos al año 1000, que marca el apogeo árabe en España. La unidad monetaria del califato era el dinar que, tal como nuestro dinero, proviene del latín denario. (O)

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