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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Hegemonía y saturación del sentido común

03 de mayo de 2015 - 00:00

Los gobiernos progresistas de América Latina están realizando grandes transformaciones en medio de una sostenida crisis mundial del orbe capitalista. Estas transformaciones tienen como su objetivo la eliminación de la pobreza y la construcción de la igualdad social y política, por medio de estrategias en las que el Estado debe limitar y regular las fuerzas desaforadas del mercado que se expresan en el sistema-mundo. Pero, aunque se ha logrado mucho en esa materia, una de las contradicciones del proceso radica en que los sistemas de pensamiento o el sentido común de mucha gente sigue siendo funcional a los designios del mercado y la democracia burguesa.

Hace algunos días, Samuele Mazzolini hablaba del ‘zeitgeist moderno’, concepto que alude a una neoclase viciada por el individualismo y entregada al consumismo. Esta reflexión lleva a considerar que los segmentos populares beneficiarios de las políticas de inclusión y redistribución de la riqueza están siendo presa de la ilusión del ascenso social y la inclusión a partir del cambio de vida material, a imitación de las clases pudientes, por lo tanto, limitarían su apoyo a los procesos revolucionarios en cuanto la espiral consumista logre sus topes. Aunque es un error esencializar el tema y negar la capacidad crítica de la sociedad en su conjunto, no podemos dejar de reconocer que no hemos logrado una descolonización del pensamiento y la cultura.

La dificultad de lograr revoluciones culturales o revoluciones en los sistemas de pensamiento, imaginarios o como se llamen, tiene que ver con el éxito del sistema capitalista, que aun cuando es básicamente económico, siempre estuvo acompañado por modos de penetración cultural y control de las ideas. El capitalismo ha sabido ‘saturar el sentido común’ e incluso, en muchos casos, ha fabricado el sentido común, que no es sino la forma básica de interpretación de la realidad y los arquetipos regulares a partir de los cuales pensamos y actuamos.

Raymond Williams ha logrado sistematizar una arista del complejo concepto de hegemonía desarrollado por Antonio Gramsci. Él cree que la hegemonía no es algo inherente solo a la ideología, ni tampoco es una esfera autónoma, sino algo envolvente y total que “es experimentado a una profundidad tal que satura el basamento la sociedad y que constituye la sustancia y el límite del sentido común para la mayor parte de la gente que se halla bajo su influjo”. Visto así, es obvio presuponer que los lugares e instituciones donde se construye el sentido común son la familia, la religión, las instituciones educativas y los medios de comunicación. Todas esas instituciones son lugares de poder donde se expresa la hegemonía y la dominación.

El eje de la expresión del sentido común es el lenguaje y los medios de comunicación han desarrollado las técnicas de la repetición y elaboración de eso que algunos teóricos llaman ‘memes’ y mensajes subliminales.

Para enfrentar al monstruo del mercado, parece que no solo tenemos que librar batallas económicas y políticas, sino también batallas culturales complejas para evitar que la modernidad capitalista fabrique nuestro sentido común y domine nuestros modos de ser y pensar.  A pesar de todos los logros del sistema hegemónico, no hay duda de que América Latina ha logrado ser, sobre todo, un lugar cultural, y ese logro no puede ser desvanecido. El núcleo para enfrentar el sistema es la descolonización de la cultura, en las partes en las que la hayan saturado. (O)

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