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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Harta Demencia

12 de septiembre de 2018 - 00:00

Es un extraño híbrido de periodismo lo que hace José Delgado. Es una crónica que no termina de serlo. Un largo fluir de la conciencia colectiva donde la línea temática es el contexto más que el contenido. Como partícipe de una etnografía de los no escuchados, José Delgado está mostrándonos una realidad sin filtros. Y si bien ha sido fuente de nuestra burla colectiva es un repositorio de “sabiduría popular”, si fuéramos capaces de despojar a ese término de todo grado de condescendencia.

José Delgado es parte del repertorio de cotidianidad ecuatoriana. Todos sabemos quién es, no todos hemos apreciado lo que hace. Hay, sin duda, mucho de elitismo, un reflejo de nuestras propias inseguridades. También hay pereza. La pereza de tomar un comentario sin contexto y ridiculizarlo hasta el agotamiento mediático.

El “harta demencia” es un ejemplo. No nos engañemos, yo también llegué a ver los treinta segundos de un “bachiller que quiere ser del GIR [...] harta demencia” guiado por el morbo y la sorna. Los treinta segundos viralizados (y Delgado también lo ha aprovechado, ese episodio se llama “Harta demencia”), llegan después de treinta minutos de programa en que Delgado va desde el Bloque 7 de la Flor de Bastión hasta “la entrada de la 8”, preguntando a la gente los problemas del sector, que son muchos.

En el camino se puede ver la doble función de lo que hace Delgado: ser una plataforma para aquellos que no son escuchados y ser un cronista de los contextos en el que esto se da. Y es en esos momentos que está una comunidad compleja que sabe los problemas, que tienen empatía frente a quienes tienen problemas, pero que tampoco ve soluciones. Mucho se repite la frase “¿y a quién vamos a reclamar?” después de cada entrevista, algo que llega como corolario a un problema que se identifica y una solución que se propone más como un anhelo que como una posible realidad. Para los entrevistados, la delincuencia no es una cuestión de seguridad. Es el resultado de la necesidad y la falta de oportunidad. Sus consecuencias (las drogas) no deben ser criminalizadas, sino atendidas.

No busco con estos idolatrar el trabajo de Delgado. Hay veces que él se vuelve el centro de la historia. En otras, el límite entre la noticia y la privacidad no es muy claro. Pero con todo esto, el periodismo que hace Delgado tiene muchas historias que contar. Las personas que participan tienen una visión fundamental, si queremos en verdad encontrar soluciones. Ese periodismo de “a pie” y “popular”, deja más lecciones que muchos otros noticieros.  (O)  

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