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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Guayaquil y Quito

02 de abril de 2020 - 00:00

Quito y Guayaquil no son almas gemelas, pero sí hermanas siamesas. La metáfora resume una realidad histórica. Ambas fueron creadas en el marco de un proyecto colonial, que concebía la articulación de centros productivos interioranos con un puerto, lugar de enlace con los centros del Imperio Español, cuyo propósito en el siglo XVI era el de controlar todo el “sistema mundo” económico.

El proyecto colonial regido por las monarquías Habsburgo y de Castilla, otorgaba a los conquistadores fueros para fundar ciudades como entidades territoriales, pero se reservaba potestades sobre los puertos, según consta en el Derecho Indiano. Una vez legitimado por la Corona, Pizarro puso en marcha el proyecto de urbes conectadas a puertos en el territorio de su gobernación. En medio de la agitada conquista, validó en su momento la fundación de ciudades interandinas, donde había mano de obra y expectativas de riquezas mineras, conectadas por medio de rutas fluviales y terrestres, con las rutas marítimas. En el norte, la zona de Guayaquil era la única que reunía las condiciones geográficas para acceder a los Andes, a través de Chimbo.

Tras la fundación de Guayaquil y Quito, el eje se convirtió en el tensor económico de la Real Audiencia de Quito. Sin embargo, de estar unidas por una febril relación mercantil, cuyo corazón era Babahoyo, las ciudades dieron lugar en el siglo XIX al fenómeno de la regionalización, manifestación política derivada de la tradición hispana del poder local.

Más allá de la regionalización empujada por las elites, la oposición entre Guayaquil y Quito es en realidad una manifestación emocional análoga a la de dos siameses que, aunque distintos, conforman al final de cuentas un solo cuerpo, son interdependientes y se ven abocados a compartir la misma columna vertebral. Ecuador no existiría, a lo mejor, si no fuera por el vigor de ese eje principal, cuyos nervios se articulan hacia fuera, con una red de ciudades y comunidades que nutren con su oxígeno.

Agitamos hoy la memoria, para recordar la génesis y la historia de dos ciudades hermanas. También para expresar nuestra solidaridad con Guayaquil, ciudad querida, ciudad de padres, hermanos y amigos; ciudad pueblo, ciudad bella como su Ría. ¡Cómo no sentirte Guayaquil, si pariste a los escritores de la Generación de los 30! (O)

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